Secuestro en Irán

Vista de la ciudad donde ocurrió el secuestro    

 

  

 

 IRAN:     DEL  IMPERIO  PERSA  AL  ISLAM

 

(17 Días)

 

ITINERARIO:

 

Día 1. º MADRID/TEHERÁN. Salida en vuelo regular con destino a Teherán, vía una ciudad europea. Llegada y traslado al hotel.

 

   El día 6 de agosto hacia la una y media cogíamos el avión en Madrid con destino a Teherán haciendo escala en Paris para coger las líneas iraníes con destino a Teherán para ser trasladados por la agencia contratada al hotel señalado.

   Joaquín y yo esperamos encontrarnos en Paris con el resto de los compañeros. Que tenían que llegar de Barcelona en otro vuelo para unirnos todos los que formábamos la expedición. Como las mujeres ya llevaban el traje árabe y como hablaban catalán no las conocimos. Nuestra creencia fue, que había hecho otro vuelo y que en el hotel a la mañana siguiente nos conoceríamos todos. Estuvimos muchas horas esperando en Paris para coger el vuelo regular a Teherán. Comimos algo de lo que llevamos y compramos algunas bebidas. Yo no tenía dinero cambiado de la moneda francesa para comprarme algo. Pero había metido frutos secos, chocolate y otras cosas. Nos toca cambiar de un aeropuerto a otro, pero de una manera relajada y tranquila, ya que toda había salido sobre ruedas.

   El avión iraní eran grande y nos dieron una cena tipo árabe que nos sirvió para irnos acostumbrando a las nuevas comidas. Predominaba gente emigrante que volvía de vacaciones a su patria. Esto nos impido dar con los otros del grupo. Tampoco los que venían de Barcelona dieron con nosotros. Después de la cena la gente se puso a descansar hasta llegar al Teherán.

   La llegada a la hora prevista y todo como nos había indicado. Descendimos del avión y nos pusimos a hacer cola para que nos revisaran nuestros pasaportes y visados. Al terminar y darnos la entrada en el país. Nuestro objetivo era encontrar a la agencia que debía esperarnos para conducirnos al hotel como estaba firmado. El aeropuerto estaba muy llenos de personalidades, periodistas y sospechamos que llegaba algún político o artista importante. Veíamos que le entregaban muchos ramos de flores. Pensamos que debido al barullo de la gente se debía el no dar con nuestro representante de la agencia. Tampoco en esta espera que se iba alargando dimos con el otro grupo de españoles, que iba a realizar el circuito con nosotros.

   Al encontrarnos un poco perdidos al no dar con el encargado de esperarnos por la agencia nos comenzamos a poner un poco nerviosos. Pero confiados que nos estaban esperando como había prometido la empresa. Todas las demás agencias tenían letrero para convocar a sus turistas. Después de media hora el nerviosismo comenzaba a crecer. Los taxis en un lenguaje que ignorábamos se ponían muy pesados. Mientras uno guardaba las maletas el otro buscaba alguna pista por todo el aeropuerto. A los tres cuartos de hora comenzamos a escuchar el himno del equipo de fútbol del atlético de Madrid. Eran los restantes de los compañeros del circuito que como nosotros buscaban al que nos tenía que conducir al Hotel. Por fin apareció el esperado por todos y no sabia castellano como nos había prometido la agencia. Pensamos que mañana al levantarnos para enseñarnos la ciudad de Teherán aparecería. Nos conduje al coche de la agencia para llévanos al hotel. Los catalanes como todos sabía ingles no se sorprendieron de la falta de habla española. Cosa que pesaría en lo restante del viaje hasta el día del secuestro.

   Ya en el hotel nos ofrecieron unas bebidas y como era tarde y estamos cansados, nos dieron la hora de salida para la mañana y nos fuimos a nuestras habitaciones. Ya un poco más tranquilos y se fue pasando el enfado por la mala organización de la agencia. Los dos de Madrid al firmar el contrato con la agencia insistimos mucho en un guía de habla española y siempre nos dieron por cierto que sí. La primera impresión al entrar en la ciudad fue el parecido a nuestras grandes ciudades y no veíamos nada que nos hablara de una construcción de tipo persa. Lo único que resaltaba sobremanera era el arco de triunfo realizado por el Rey antes de ser depuesto por Joméini. No dimos una ducha y cada uno se fue a su cama a soñar hasta la mañana siguiente.

 

Día 2. º TEHERÁN. VISITA A LA CIUDAD. Hotel.

 

Nos encontramos en el comedor del hotel y cada uno tomo del buffet lo que más le gustaba. Todos notamos que no era tan abundante y variado como estamos acostumbrados en las cadenas de hoteles occidentales. De todos modos nuestras caras estaban descansadas y dispuestos a cumplir lo indicado en el circuito. Hacia las nueve estábamos en marcha para visitar la capital iraní. La mañana se nos fue en la visita del museo Arqueológico y el Museo de cristal. Mi sorpresa fue ver como guía al mismo de habla inglesa y le indicamos que lo contratado era una de lengua castellana. El museo merecía la pena, ya que contiene las joyas del arte persa recogidas en él. Como no entendía al guía con la video cámara me dedique a fotografiar todo lo que me interesaba. No decían  nada y las joyas expuestas merecían mucho la pena. Algunas me recordaban el mundo bíblico por mi formación religiosa cristiana. Los catalanes como entendía el ingles todo felices y de vez en cuando nos traducían algo. Que para mi formación no me interesaba y prefería hacer lectura de los libros que llevábamos en lengua española.

   Luego nos pusimos todos de acuerdo para comer en un sitio que nos indico el guía. Comer o cenar en Teherán viene a salir de cuatrocientas a quinientas pesetas. La comida es abundante y siempre solía entrar el arroz de una forma o de otra. El quebat de cordero o pollo suele ser la forma más frecuente de darte la carne. La fruta más abundante y mejor en esas fechas es el melón y la sandía. Yo casi siempre me pedía un buen quefir a lo largo del viaje. Me gusta mucho y me sienta muy bien. Los tienen muy variados y para los amantes de los yogures nos sientan muy bien. Por la tarde nos pusimos de acuerdo con el guía para visitar el museo de las alfombras persas. Procure enterarme un poco de escuelas, estilos y belleza, ya que llevaba en mente comprar una para la subida de la casa de la Alberca. Hacia las cuatro de la tarde salimos todos fuera para ver el eclipse total. Irán era una de las zonas donde mejor se podía observar del mundo. Unos japoneses nos prestaron unas gafas especiales para el evento que se vendían para verlo mejor. Luego nos lo dejaron para el grupo.

    El ambiente se notaba raro, las aves comenzaron a recogerse y el horizonte encogía un poco el corazón. Algo raro era esa manera de oscurecer y todo lo que nos rodeaba lo notaba. Fue el acontecimiento más destacado de ese día. Ya que en muchos años no volverá a observase un acontecimiento de ese tipo. La presa iraní le dedico muchas páginas y el estado una colección de sellos, que posteriormente compraría para mis hermanas. Las tres tarjetas que pensaba mandar a Lucia, Sunti y Emi tenía sellos con el sol ocultándose a diferentes grados. El museo ha comenzado recientemente a recoger las colecciones de alfombras. Aunque las había muy buenas no puede coparse con los que conocemos nosotros en nuestra sociedad española. El tapiz y la alfombra es algo que forma parte de sus vidas al no tener donde sentarse como nosotros. Los suelos para ello lo requieren. Lo mismo ocurre en la mezquitas donde cada orante suele tener la suya y tienen un nombre especial las dedicadas a esos menesteres.

   Terminada la visita nos dirigimos al hotel nuevamente. La gente quería descansar un poco y ducharse para salir posteriormente por la tarde de compras y cenar. La salida fue cercana al hotel para comprar las mujeres del circuito su chadot exigido por ley islámica. Cada una lo compro a su gusto de mejor y peor calidad. Algunos muy bonitos y una decía, que después del circuito en Barcelona lo usaría para disfrazarse en carnavales. Luego en grupo nos dedicamos a pasear por ir conociendo un poco el ambiente. Los comerciantes era toda una familia y con tradición en su trabajo. Algunos pidieron permiso para sacar fotos de lo que les parecía diferente y llamativo. Ellos con mucho gusto lo hacía y sobre todo después de haberles comprado casi todas las mujeres del grupo. A nosotros nos parecía muy barato y para ello eran prendas de gran valor las compradas para algunas mujeres. Ya que ellos ese tipo de ropa sólo para bodas o grandes fiestas y no todos. La gente nos miraba por no ser costumbre de ir juntos hombres y mujeres charlando amigablemente.

   Caminando por las aceras nos llamo la atención los helados y todos nos animamos a tomar uno. Los hacen de productos naturales delante de ti y muy ricos. Todos aprendimos algo que en el viaje pensábamos repetir. Yo pedí uno que me llamo mucho la atención. Un helado de pétalos de rosa. Lo único que puedo decir es que era exquisito. El precio era tirado no llegaba a las noventa pesetas y eso que al vernos como turistas el dependiente se aprovecho un poco. Casa que se comento en el grupo como algo molesto. No por lo que era sino por no cobrarnos como a los demás ciudadanos. Pero al no hablar su lengua ni ellos la nuestra discutir era inútil.

   Fue una tarde muy interesante para comenzar a conocernos y tratarnos. Fruto de se trato fue naciendo entre nosotros un mayor conocimiento y confianza entre unos y otros. El grupo comenzó a unirse de manera firme y fue una de las características hasta el secuestro. Predominaban las mujeres y sobre todo solteras. Son las que más hacen este tipo de viajes. Las mujeres se quejaban del calor que les producía el tener que ir con la cara y la cabeza tapada. Se comentaba sobre el machismo reinante. Todo el grupo muy deseo de conocer esa cultura y sus características.

   El comentario de todos es que Teherán era una ciudad moderna y tenía poco que ver y visitar. Todos comentaban que a la vuelta antes de viajar de nuevo hacia España haríamos las compras para no ir cargados todo el viaje. Nos llamaban mucho la atención las costumbres propias en el trato hombres mujeres. Lo normal era ver los hombres con los hombres y las mujeres con las mujeres. La convivencia igualitaria de nuestra cultura estaba ausente y mal vista entre ellos.

   El grupo un poco presionados por los dos de Madrid que no entendíamos al guía se propuso hacer una protesta a la agencia. A la entrada del hotel el propio guía se comprometió hacerlo. Lo que no sabemos es si lo hizo.

 

DÍA 3. º TEHERÁN/HAMEDAN. Salida hacia Hamedan para visitar el León de piedra, la cúpula de Alavian y las tumbas de Avicena y Baba Taher. Hamedan es conocida por su cerámica azul.

 

   Ya que la mañana siguiente apareció de nuevo él y nos agrado poco a los que no entendíamos el ingles. Nosotros a vernos un poco solos en esta reclamación y al parecer a no ser escuchadas nuestras reclamaciones. Nos comprometimos hacer en el próximo hotel un fax a nuestra agencia en España para que cumplieran lo prometido.

   El guía hizo acopio de agua para irla vendiendo en el trayecto. Todos aprenden rápido la manera de explotar al turista en vez de indicar donde se compra más barato. Ya nos dimos cuenta que donde nos llevaba a comprar tenía comisiones y cada uno debió comprar donde deseaba. Lo que no evitaba el que nos llevaran donde ellos deseaban, aunque no compráramos nada. Esto es algo muy frecuente en todos los viajes. Yo sólo en el viaje a la india he podido comprobar un guía a favor de la defensa del grupo del circuito. Lo que le trajo por parte de los guías nativos mucho problemas. Ya que eso les privaba de muchos beneficios. De todos modos lo supimos agradecer con c reces. Para mí fue uno de los mejores guías en este tipo de viajes. La propina fina donde se premia o castiga al guía se noto por parte de todos.

 

   Día 3º. Teherán a Hamedan.

 

   Fue de mucho coche y por zonas muy áridas y desiertitas. No debemos olvidar que vamos hacia el desierto de Irán. La calidad de Teherán estuvo marcado por la contemplación de la grandiosa tumba en el horizonte que estaban haciendo a Joméini. Pidieron que parara el coche en un lugar desde donde mejor se divisaba y poder sacar fotos. Estaban plantando los jardines que van a rodear esta magna obra. Que el pueblo de Irán desea dedicar a su gran liberador. Uno piensa como los pueblos más pobres hacen obras del tal magnitud y sobre todo con el gasto económico, mientras se ve tanta pobreza. La religión poder implica estos desastres. Si una persona religiosa libera a su pueblo de la explotación del rey de Persia. Qué habrá que hacer para liberar a este pueblo de la esclavitud religiosa a que ha sido sometido de nuevo por el peso de las personalidades religiosas. Malo ha sido lo primero, pero lo segundo será mucho peor. Ya que es más pesado y más esclavizador. Usar el nombre de Dios para dominar y explotar a gente sencilla no tiene disculpa.

   El día que el pueblo iraní supere el peso de esclavitud religiosa y todo lo que esto implica  será más largo y con mayor derrame de sangre. Pero ahora están pasando por hacer grandes monumentos funerarios para agradecer lo que debe ser servicio al pueblo y no servirse del pueblo para intereses religiosos y políticos. Además es una liberación como se comenzaba a escuchar alguna persona critica tiene que venir de ellos mismos desde fuera no puede llegar. Si llegara de fuera se unirían todavía más alrededor de estos líderes religiosos, que les aplastan y explotan hasta la miseria y el hambre. Sólo un ciego lleva a otro ciego al mismo hoyo.

   Un lugar donde hicimos una parada rápida fue el pueblo donde nació, creció Joméine Qom, cuna del chiísmo. Lo más cerrado a nivel religioso de todo Irán. La gente nos miraba con ojos de extrañeza y desprecio. El vestido negro tradicional de hombres y mujeres solo se rompía con la luz que daba las barbas blancas de los hombres y de la reja blanca de tela que tapaba la cara de las mujeres. La pobreza del entorno y la suciedad se respiraba por todas partes. No se si esta ciudad estaba metida en el circuito. Si no recuerdo mal, no lo estaba, pero para mí es un recuerdo que no me pesar haber tenido. Ya que el hombre religioso al mirar desde fuera, es cuando se da cuenta de lo que produce en la gente un religiosidad fanática como la cuna de Qom. Yo había leído de ella como cuna de una de las alfombras de seda más famosas de Irán. El tapiz de los poetas iraníes que me compre y he regalado a mí hermana Lucia estaba tejida en esta ciudad. Nos dijeron los guías que procuráramos ir juntos y no separarnos. No era una ciudad acogedora para el turistas. Se notaba por el ambiente que no éramos bien vistos por la gente.

   Pero de todos modos los que veían nuestros ojos a mi me mereció la pena como persona religiosa que soy. Muchas veces la voy a recordar, como algo que trae a mi recuerdo lo que Cristo nos dijo a sus seguidores, no hagáis de vuestra religiosidad algo que os lleve a parecer a los poderes públicos que someten y explotan. Vosotros servir a los demás y ser como uno más que sirve no para ser servido.

    Visitamos el León de Piedra, la cúpula de Alavian y las tumbas de Avicena y Baba Taher. Todo lo visitado nos gusto mucho y tengo algo grabado con la videocámara. De todos modos me comenzó a dar guerra y al día siguiente dejo de funcionar del todo. Solo me quedaría para el futuro usar la cámara fotográfica. Que a mí me gusta menos por salir más cara y tener menos opción de grabar todo lo que a uno le llama la atención. Sin cámara y sin entender al guía esta condenado a estudiar por las noches bien todo lo que íbamos a visitar para comprenderlo y entenderlo. De todos modos los guías no estaban muy impuestos en arte y su formación no era muy basta. Poco a poco iba ablando menos y los demás comentábamos más entre nosotros.

   Compramos en una de las paradas unos melones y sandias. El calor nos los hizo muy apetitosos y además era la fruta que veíamos por todas partes. Son mucho más dulces de los que estamos acostumbrados a comprar en nuestros mercados españoles. Las fruterías son muy diferentes a las nuestras y las frutas que ofrecían eran escasas y poco abundantes. No es una cultura de la fruta y verdura como la nuestra. El desierto no da para tantos lujos como disfrutamos nosotros y la exportación de otros países por el nivel de vida no es conocido por donde estábamos viajando. Los lugares de comida los elegían los guías y eran sencillos. Quefir, arroz blanco, quebat de cordero o pollo y poco más. Las bebidas no alcohólicas y sobre todo coca cola América a pesar de la manía que tenían contra ellos. Comenzamos a comprobar que una bebida muy extendida en aquella zona es el agua de rosas. Yo pensé comprar una botella, pero la deja para el regreso comprarla en Irán para no ir cargado con ella todo el rato.

      La noche la pasamos en un Hotel muy alejado de un pequeño publicito. Donde lo más típico que vi por la carretera fue un hombre montado sobre su borrico unas pequeña carga que traía del campo. Me duche para bajar a la frugal cena. No había mucho que elegir y nuestro cansancio invitaba a la cama pronto. Un grupo decidió visitar el pueblo y el pequeño cementerio que se divisaba sobre el paisaje. Yo me quede diciendo misa con mi compañero y luego me senté en las terrazas del hotelito. El horizonte pedregosas y árido te hablaba de la pobreza de aquellos lugares. Las barranqueras estaban resecas y áridas.  La pluviométrica debía de ser muy escasa durante todo el año. La gente estaba contenta y dentro de lo visto este hotelito era un hotel de cinco estrellas comparado con lo que nos rodeaba. Yo estuve tratando de arreglar la maquina de fotos de una de mis compañera, que no corría de la fotos 12 para adelante.

   La ventana tenía una mosquitera para poder abrirla y gustar del fresco de la noche, que en las zonas desérticas es muy agradable. El silencio de la noche sólo se rompían con los ronquidos de Joaquín, que eran bien profundos y sonoros. Como no podía evitar tan desagradable sinfonía. La única salida digna era procurar otro día dormirme antes que él o aguantar con paciencia tan desagradable música. Que de celestial tenía poca y de humana es algo que tantas parejas que aman tiene que aguantar noche tras noche como fruto del amor.

   El desayuno o buffet  era muy pobre. Algunos pidieron algo más y no fue mucho lo que podían ofrecer. Yo teniendo yogur y en abundancia no superaba por otra cosas. Demás yo soy propenso en los viajes a las colitis, aunque el agua que bebía era siempre comprada y con seguridad de embalaje, esa alimentación que venía de perilla.

 

   Día 4º. Hamedan/Kemanshan/Hamedan. Excursión a Kermanshasl, en ruta, visita al famoso Templo de Anahita, dedicado a la diosa de la abundancia y belleza.

  

   El lugar de las tumbas era como un oasis. El agua, los jardines y los árboles en media de esas zonas desérticas y resecas te lo hacían apreciar mucho más. Era unas de los jardines más visitados y centro de reunión de la ciudad. Se veía mucho turismos nacional. Me recordaba al español de los años cincuenta. El agua era tan abundante que era distribuida por todo el recinto a base de largas fuentes de chorro como es costumbre en la cultura árabe entre los paseos del jardín. El sonar del agua y la sobra de los densos árboles hacia apetecible el pasar más tiempo allí. Pasmos al fondo donde nace el manantial y se lavaba la gente y había un bar tradicional fumando sus famosas pipas y bebiendo unos refrenos típicos. El grupo decidió sentarse, gozar de la paz de éste oasis y tomar algo típico como las demás personas. Yo estuve largo tiempo visitando el jardín y disfrutando de la sinfonía de tantos chorros de mármol y del fluir del agua que en una cultura como ella te recordaba el cielo de Mahoma.

   Antes de irnos visitamos las tumbas y al salir donde vendían las cosas vi un león de cerámica tan bello que pregunte el precio. Me dijeron que era antiguo y no se vendía, sólo estaba para se contemplado por el turista.

   La cerámica azul estaba por todas partes, pero sobre todo es usada para la construcción de sus mezquitas. Las hace muy bellas y visitamos algunas muy antiguas y de gran merito artístico. Se ve que comenzaban a recuperarlas al ver lo apreciado que eran por el visitante. Al salir y volver al coche para seguir contemplando unos lugares tan áridos daba un poco de pena. Pero la esperanza de algo mejor de daba fuerzas para comenzar de nuevo y salir de aquel cielo de agua, fuentes y árboles. La pobreza del paisaje, casas y personas se rompía con algún mezquitas y sus minaret de pueblo perdidos en aquel paisaje desértico y desolado.

 

Día 5. º HAMEDAD/KASHAN. Continuación a Kashan, situada en las colinas de Sialk. Visita de la mezquita de Agha Bozorg, jardines del Fin y Casa de Tabatabai.

 

Día 6. º Kashan/yazd.  Continuación a la antigua Isatis, visitada por Marco Polo, ciudad que ya en su día poseía un especial estilo arquitectónico. Es el centro zoroastriano de Irán. Visitaremos las mezquita dl viernes. El Templo del Fuego y las Torres del silencio.

 

Día 7. º YAZD/KERMAN. La ruta se va adentrando en las zonas Áridas del país, Kerman nació como una de las paradas de la ruta de la seda, caravanas que se dirigían a oriente. Visitaremos los Baños de Ghandjalí Khan, el gran Bazar y la Mezquita del Viernes.  

 

   A Kerman llegamos a la hora de comer y todos nos fuimos a un lugar céntrico que nos indicaron los conductores y el guía. La comida fue relajada y más o menos todos pedimos lo de siempre. La zona del circuito que vamos recorriendo no hay pescado y la carne y el arroz son lo más socorrido juntamente con yogur. Que es una de mis aficiones culinarias.

   Después de comer fuimos a visitar la Mezquita del Viernes. Como el tomavistas no me funcionaba saque algunas fotos de recuerdo. Son las que tengo del día del secuestro. Fueron dentro y fuera de la mezquita. Toda ella de mosaico azul. Tenía una explana muy grande y había poca gente rezando en la parte de adelante. El patio era muy grande y espléndido. Joaquín con su maquina me saco la primera y única foto de su carretes. Era un momento de mucho calor y a la salida estaban los del régimen repartiendo vales para la gente necesitada. La gente nos miraba al ser de los primeros turistas que comienzan a llegar a su país. Son gente muy amable y comprensiva, se veía que aceptaban nuestra presencia y no les creaba problemas.

   Estaríamos viendo la mezquita cerca de una hora. Cada uno lo hacía a su aire y además como las explicaciones eran en ingles y yo no lo comprendo me dedicaba a sacar fotos. Echaba mucho de menos la cámara, ya que se puede grabar todo. Las fotos sólo las cosas más importantes e imprescindibles.

   A la salida nos esperamos contemplando la fachada, que parecía un tapiz bellísimo de azulejos. Los matices dentro del mismo color azul la hacían más bella. A diferencia de otros países árabes no impiden nuestra entrada. Yo que recordaba a Marruecos eso me agrado mucho. Entre dentro de una tienda de cerámica y como me gusta mucho me encapriche por un plato. Pregunte el precio y comencé el regateo, que ellos mismos me han enseñado para lograr el mejor precio. Como lo tenía que hacer con frecuencia a pesar de nuestros problemas lingüísticos siempre lograba mi objetivo. Me iba de la tienda si no aceptaban mi oferta y si veía, que el comerciante me dejaba marchar. Volvía al ataque para bajar un poco por darme cuenta que ese era su precio. El plato era de cerámica azul y era la cabeza de un guerrero. Más que plato era una fuente de adorno. Me pareció tirada comparando con los precios que esa pieza tiene en nuestros mercados. La pague en dólares por estar muy acostumbrado con ellos de otros viajes.

   Al llegar al coche le indique al chofer si me la podía guardar en un sitio seguro hasta mi marcha. La envolvió en una manta y la metió atrás en un lugar que el tenía libre para estas cosas. Yo pensaba al final darle la propina por ello. Ha sido la única cosa que me falto al ser liberado. Siempre confíe que el chofer la entregaría a la agencia. Pero hasta hoy no tengo noticias de ese pieza. La reclame a la agencia española a mi regreso y después de varios meses me mandaron una tela pintada y un plato de cobre. Pero no tiene el valor de la fuente que se quedaron con ella.

   Después de la liberación y al salir por Teherán la tarde de la liberación antes de volver para España. Se la reclame al guía que nos acompaño con Gafo en el coche de la agencia por la ciudad. El guía entendió que se me había quedado en el coche la caja del dulce de pistachos que compramos casi todos en Qom. Por la mañana al montar en el avión me entrego una caja y eso ha sido el final de ese plato y mi interés por tenerlo de recuerdo de mi viaje a Irán. En casa tengo de casi todos los países que he recorrido algún re3cuerdo de cerámica.

   El grupo muy relajado y alegre nos dirigimos al Gran Bazar que todas las guías lo ponían como una gran obra de arte. Era muy bonito y a esas horas no había casi gente por lo que daba gusto caminar por él y contemplar aquella maravilla.

   Dentro estaban los baños de Ghabdjali Khan y visitamos una casa de té en piedra que era una maravilla. Después de té nos animamos a tomar fumar una pipa. Nos la prepararon y el grupo comenzó a fumarla dentro de un gran humor y camaradería. Había otros españoles que nos saludaron y de otras nacionalidades. Era un lugar obligatorio de visita.

 

Día 8. º KERMAN/BAM/KERMAN. Excursión hacía Ban y Mahan para visitar la Ciudadela de Ban, el jardín de Shahzadeh y el Mausoleo de Shah Nematollah Vali en Mahan.

 

   Esta era la excusión para el día 15 de agosto, propuesta por el circuito turístico, de no haber ocurrido el secuestro. Este es la dirección que siguieron los que no fueron secuestrados del grupo. Después de hacer lo que pudieron por nuestra liberación. La agencia les indico que la liberación sería pronta y que debían de continuar el recorrido. Alguno de ellos con los que hable por teléfono me dijeron que pasaron mucho miedo y que pensaban que en cualquier lugar les podía volver a ocurrir lo que a nosotros.

   Las cartas de algunas de ellas van a ser publicadas en este informe y lo puede comprobar.

   Máximo el italiano que fue secuestrado con nosotros en el hotel venían de hacer este recorrido. Ellos ya terminaban y se preparaban para volver a Italia. El circuito lo había programado por Internet y les había gustado mucho. Nosotros íbamos a comenzar lo mejor de nuestro viaje. Yo no pienso por ahora volver a Irán por muchas razones. La que menos pesa es el miedo y nunca lo haría con la agencia “Nuevas Fronteras”. No cumplió lo pactado y por cambiar el hotel asignado para nosotros por las cusas que fueran se dio el secuestro. Un hotel céntrico es más difícil que sea asaltado como fue el de las afueras donde nos mandaron. Además el personal se les veía todavía no impuesto y preparado para el turismo.

   En las largas horas de los diecisiete días tuvimos mucho tiempo para hablar con Máximo y nos contó las bellezas de esta excusión. Le había gustado mucho y por la mañana iba a ser nuestro destino. Destino que quedo sin realizarse por la malicia de otros hombres, que para lograr sus intereses nos privaron del don más apreciado como es la libertad.

 

 

 

 

 

RECUERDOS DEL SECUESTRO.

 

 

  

 Últimas fotos antes del secuestro

 

Llego el final del día y cansados nos dirigimos al hotel señalado por la agencia. Bajamos del coche y cada uno comenzó a sacar sus maletas para dirigirnos a la recepción del hotel para recibir las llaves de nuestras habitaciones. El encargado del hotel apareció rápidamente y nos comunica, que estaba lleno y nos teníamos que dirigir a un hotel nuevo a la salida de la ciudad. Que iba a ser estrenado y según decían mucho mejor y más cómodo. No sentó muy bien el tener que volver a meter las maletas y dirigirnos nuevamente hacia ese lugar. Además en esta ciudad pensábamos estar varias noches y un hotel céntrico es lo más apetecible para poder salir por las noches. De todos modos a mal tiempo buena cara.

   Montamos en el coche y hacia el hotel que no estaba en el programa. Un grupo que había pagado más que nosotros, estaba muy quejoso y les dieron para contentarlos el que nos correspondía a nosotros. Las agencias desde las legislaciones actuales usan a los turistas según sus intereses y pisan los intereses del usuario. Ya va siendo hora que los gobiernos nos defiendan con una buena legislación a los turistas y más siendo un negocio nacional.

   Pasaron las protestas iniciales, comenzamos a hacernos a la idea de ese cambio no esperado. Llegamos al nuevo hotel, a las afueras de la ciudad, todavía se veían zonas en obras y un personal no muy ducho en su oficio. Como nuevo las habitaciones nos recibían por primera vez y no estaba muy lleno. Recibimos las llaves de la habitación y subimos con nuestras maletas a ella. Como era día 14 vísperas de la Asunción Patrona de la Alberca y el Santo de mi hermano. Nos pareció lo mejor antes de ducharnos y cenar decir la misa. Sacamos las cosas de decir misa y recordamos ese Misterio de Maria con algún pequeño comentario. Terminada la misa nos bajamos a la zona de recepción para comprar unas tarjetas, ver un poco lo que había y cenar.

    Me llamo la atención una colección de sellos sobre el eclipse y compre esos sellos para enviar las tarjetas. Además compre dos colecciones sobre el tema una para mi hermana Luci, que hace colección y otra para Sunti como recuerdo. Puse los sellos en las tarjetas y las metí en el volvo de la camisa. Era una camisa azul, que me había regalado Mar de uno de sus viajes. Era una camisa de manga larga y de algodón, ya que las guías nos indicaban que no estaban permitidas para los turistas varones las mangas cortas. Yo deseaba cumplir todos los requisitos exigidos para no tener problemas. Estuve visitando todas las pertenencias de la parte baja del hotel para ver que nos ofrecían y si merecía la pena comprar algo. Además de ir viendo lo más típico de esa ciudad y zona a través de las tarjetas, que tenían expuestas.

   Se daba cuenta uno de la improvisación que todavía reinaba en el  personal del hotel. Como la hora de la cena se acercaba y mi propósito era una cena rápida y frugal para ducharme, cambiarme y descansar me dirigí al comedor. Ya estaban allí la mayoría del grupo. Habían elegido una mesas unidas para estar todo grupo juntos al lado derecho del comedor junto a los ventanales con sus cortinas. Yo me puse al lado de la pared derecha lo más cercano a la entrada. En la presidencia de ese lado de la mesa se había puesto el conductor que se encontraba un poco mal y se iba a marchar a dormir. Rápidamente se retiró y se libro del secuestro.

   El conductor estaba casado y tenía dos hijos. Su salud era muy delicada por las consecuencias de la guerra de Irán había tenido con Irak. Fue cogido prisionero por los irakies. Todo cuerpo lleno de metralla, sin conocimiento y llevado a los campos de concentración de la guerra hasta que fueron liberados después de unos años por las gestiones entre los dos países después de llegar a la paz. Su nación y su familia lo habían dado por muerto y desaparecido. Pero su novia tuvo siempre la creencia de que un día volvería y su amor supo esperarlo. La compensación a esta fe fue la alegría de comprobar un día su regreso. Se casaron y de ese matrimonio tuvieron los dos hijos que antes indique. El amor de ella a él y de él a ella se manifestaba siempre que hablaba de su vida.

   Creo que podía ser objeto de una novela sentimental muy atractiva. La familia de ella no pudo quitarle la esperanza de volverle a abrazarlo con vida y esa fidelidad que aumenta con el paso del tiempo en vez de disminuir. Los padres no podían disuadirla de que según indicaba las noticias había muerto. Ella en todo veía una ventana de esperanza para seguir esperando el amor de su vida.

   El día había sido intenso por los kilómetros recorridos y su salud muy disminuida por su vida anterior le exigía un descanso con algún medicamento para continuar el circuito. Tomo sus medicinas y salió del comedor para su habitación. No he vuelto a saber nada de él. Ese día por la tarde al salir de la visita de la principal mezquita de la ciudad  compre un plato de cerámica azul. Era como la cara de un guerrero. Me encanta la cerámica y suelo comprar piezas en los lugares que visito. Me la envolvió en una manta y me dijo que al final del circuito se la volviera a pedir. De esa cerámica no he vuelto a saber nada.

   Supongo que se quedaron con ella y de mis pertenencias fue lo único que no recuperé después del secuestro en el inventario, que me había hecho el encargado por el embajador, que fue al hotel a hacer la lista de nuestras cosas.

   Un personaje muy unido al conductor era un ayudante joven que le acompañaba. Me pareció una persona primitiva y un poco deficiente mental. Pero era fiel a todo lo que indicaba el chofer. Siempre que quedaba cuidando el autocar cuando los demás lo abandonábamos para visitar algo. Era el que iba a comprar las cosas que le mandaban. El que nos traía las botellas de agua que comprábamos dentro del autocar.

   Cuando el conductor no estaba en el coche se sentaba en su puesto y con el volante imitaba como un autómata los movimientos del chofer. Como si todo su orgullo fuera un día ser el conductor de un coche como lo más preciado para su vida.  Era tan primitivo en las comidas que les daba vergüenza comer con el grupo. Ni siquiera lo hace con el chofer y los guías. Yo creo que por las noches se quedaba durmiendo en el autocar y por ello tampoco estaba en el momento del secuestro.

   La mayoría del grupo eran mujeres y como yo y Joaquín nos quedamos a la entrada en los primeros puestos de la mesa. Los secuestradores que no buscaban a nadie en concreto nos cogieron a los primeros hombres de la mesa. Las mujeres no entraban en sus intenciones. Ya que secuestrar mujeres en su cultura no hubiera estado muy bien visto y valorado.

   Todos habíamos pedido los platos que deseábamos y estábamos esperando la cena. Yo había pedido un yogur y una tortilla francesa. La pedí por que me llamo la atención de encontrarla en la carta del menú y no tener que pedir lo de siempre. Además no tenía muchas ganas de cenar ese día. Lo que recuerdo es el tiempo que tardaban en servirnos. Hubo momentos en que paso por mi cabeza marcharme sin cenar. Pero como el día había sido muy agradable y relajado estábamos charlando amigablemente sobre todo el día trascurrido. Además en el grupo día a día iba creciendo la unidad, solidaridad y la amistad entre todos sus miembros.

   En esta larga espera de nuestra cena. Sin haber probado todavía ningún alimento de los solicitados, al no llegar ocurrió el secuestro. De repente se oyeron gritos de un grupo de personas armadas hasta las uñas. Los gritos supongo que eran en lenguaje persi. Lo que veía con claridad es que se dirigían hacia nuestra mesa.

   En un principio pensé que era algún acto preparado por el hotel para llenar nuestra espera. Pero según llegan a la mesa las intenciones se hacían claras. Estábamos ante un secuestro de lo que ignorábamos todo. Comenzaron a tirar a las mujeres al suelo y solo al llegar a los hombres a culatazos nos indicaban que les siguiéramos fuera del hotel. Los hombres del circuito más cercanos a la salida del comedor éramos Joaquín, Pedro y yo.

   Una vez que nos tuvieron en sus manos comenzaron a voces y culatazos la salida del hotel para la huida. No recuerdo nada de los que quedaron libres y de sus actitudes ante nosotros, que éramos objeto del secuestro. Saliendo del hotel me di cuenta que al personal del hotel lo tenían recluido y amenazado con metralletas en la recepción de la entrada. Las caras eran de preocupación y pánico.

   Mi mente parece que en esos momentos se paro y existe en ella como una nebulosa de oscuridad e irritación interior de impotencia. La sensación de una total impotencia ante algo de lo que no eres libre y no deseas puede explicar algo para comprender eso. Ya fuera del hotel a empujones y culatazos nos introdujeron en tres coches, que se pusieron a toda marcha para salir de la ciudad.

   Metidos en el coche a empujes en la parte trasera y con pistolas y metralletas apuntando en la cabeza todo parece oscuridad. Algo de lo que nuestro cerebro consciente no quiere recordar para no hacerme sufrir más. Es muy difícil querer y poder describir con realismo estos momentos. Ni en lo que nos ocurría, ni en lo que sentíamos. Todo ocurrió como en un abrir y cerrar de ojos. Ya en el coche que se puso en marcha a toda prisa y a una velocidad propia de las películas de huida de la policía, lo demás es un recuerdo muy borroso.

   Ya en la aparte trasera del coche y junto a Joaquín, comencé a darme cuenta de que iba tomando conciencia de la realidad ocurrida. Recuerdo que comentamos los dos, lo que pensábamos. Nos han secuestrado, ¿porqué?, ¿para qué?, ¿qué buscan de nosotros?, ¿qué les motiva este secuestro?... Todo eran interrogantes sin constatación. Todo nuestro ser encogido, agarrotado... de miedo, de temor, de duda, de incertidumbre... yo se qué. Como hombres creyentes y sacerdotes que somos los dos, nuestra mente se dirige a Dios. Yo lo pedí que me diera la absolución y a su vez me la pidió él a mí. Nos dimos mutuamente la absolución y continuaba la huida con nuestros secuestradores.

   Las palabras comenzaron a romper nuestro mutuo silencio. Nos matarán, que van a pedir por nuestro secuestro. Que motivos les mueven a realizar este secuestro. Ninguno de los dos sentimos miedo a tener que morir en esos momentos. Mi sentimiento se iba más hacia lo que podíamos hacer sufrir a nuestros seres queridos.

   Lo que no puedo negar es que nuestra fe fue la mejor compañera en ese trance. Comencé a pensar sobre un posible fin de nuestra vida. En un principio era algo que no podía salir de mi cabeza. Mi vida pasada se me presento ante mí conciencia como si fuera el momento de dar cuenta a Dios de ella. La veía como una vida con trigo y cizaña a la vez. Acepte con mucha sinceridad, paz y tranquilidad ambas realidades.  Las dos eran mías y con las dos quería presentarme ante Dios. Confiaba en su bondad y esperaba tranquilo su valoración. Sin lugar a dudas nunca me había enfrentado con tanta claridad y paz ante las verdades de los novísimos. Por ello no dude y pensé en los largos días de mí secuestro en que había sido mis mejores ejercicios ignacianos. Dios había querido que los fuera hacer al desierto. Y nunca mejor dicho lo de desierto, como un día nos dice el evangelio, Jesús se retiro a la paz y soledad del desierto a orar y descansar.

   Después de 15 o veinte minutos de rápida huida. Los coches donde éramos conducidos todos los secuestrados se pararon. Nuevamente Joaquín y yo en nuestra mutua conversación comentamos que si era el momento final de nuestra viuda y Dios lo había permitido así no teníamos miedo. Todo lo que hablamos en esos momentos iba en esta dirección y nuestra fe presente en ello. Nos hicieron salir a empujones y culatazos a ese descampado. Todo lo que nos rodeaba era desconocido y lo mismo las voces que oíamos. No las podíamos entender al no ser de nuestro idioma.

   Los veíamos nerviosos y en el lugar comenzaron a llegar otros coches de sus dirigentes y de los que daban órdenes. Estaban muy nerviosos y se comunicaban por teléfonos móviles. Daba la impresión que no todo había salido a su gusto y temían ser cogidos. Su nerviosismo fue el causante de que su trato hacia nuestras personas fuera tal vez más duro del deseado por ellos. Son momentos de incertidumbre, que al no verse seguros se suple como se puede.

   Al mandarnos y estirar de nuestras manos para que abandonemos el coche. La idea del final de nuestras vida se hacia más presente en nuestra mente. Lo que si recuerdo es que una paz y tranquilidad, que ahora no me explico sentía en esos momentos, en lo que a su vez pensaba que era el final de mi vida. Ya que tal como se conducían los acontecimientos era la única explicación que podía surgir en nuestras aturdidas personas ante lo inesperado de aquel momento.

   Nos mandaron poner las manos hacia atrás y uno de los secuestradores nos las ató fuertemente. Apretó tanto que me dolía y sentía que la circulación de la sangre por ella era difícil. Me mandaron quitar la gafas, que las metí en un bolso y nos taparon los ojos con una tela fuertemente. Que molestaba y dolía bastante. Recuerdo que uno de ellos, que parecía de los mayores en edad y parecía más exaltado. Me puso el revolver en la cabeza y quito la seguridad del gatillo. Fue el momento más claro y cierto en que más cerca de todo el secuestro vi el fin de mi vida. Mi mente en esos momentos estaba centrada en la cercanía de Dios y la despedida de esta vida. Nunca una predicación sobre la cercanía de la muerte, la había experimentado tan cerca, como era predicada  frecuentemente en los ejercicios espirituales de antaño, como aquella.

   La oscuridad del atardecer, que había ido creciendo en nuestra huida, se había convertido con los ojos vendados en una oscuridad total. Un sudor frió corría por nuestro cuerpo, que solo era aliviado por el frescor de la caída del  sol, era el único alivio corporal. Sí mi espíritu era fuerte en esos momentos, mi cuerpo era tan flaco, que parecería que se había desconectado ante algo que lo superaba. Todo el parecía encogido y como si estuviera ausente de mí para no hacerme sufrir o sufrir lo más mínimos ante ese atropello inhumano del que éramos objeto en aquellos momentos.

   Me pareció en aquellos momentos estar en un lugar no muy alejado de la ciudad que por allí cerca pasaba un tren. Hoy de ese lugar no podría reconocer nada. La oscuridad de la tarde y los ojos vendados impidieron que ese sentido estuviera ausente en estos momentos. Lo que hizo que mi mente se centrará más en mi mundo interior. Después de unos momentos en que se oían a mi alrededor voces hostiles e incomprensibles.

    Me cogieron y a empujones me metieron en otro coche sin ver nada. Era la parte trasera y caí contra otra persona que no conocía. Era el iraní que como nosotros había sido secuestrado en el hotel. Cuando buscaban extranjeros para lograr sus reivindicaciones este obrero movido por su miedo dijo ser extranjero para evitar ser secuestrado y justo por mentir sobre su nacionalidad se encontró metido en este drama. Me hablaba pero no comprendía nada. Lo sentía muy nervioso y casi llorando por lo que le estaba ocurriendo. Poco después sentí que junto a mí habían tirado otro hombre. Me di cuenta que estaba casi desnudo y muy inquieto ante lo que le estaba ocurriendo.

   Me pregunto si entendía italiano, que esa era su nacionalidad y me pregunto por la mía. La dije que era español y que si hablaba claro y despacio lo podía comprender. Al entrar en el coche las gafas que estaban en el bolsillo se me perdieron o cayeron por el coche. Rápidamente se puso el coche en marcha y comenzó de nuevo la huida hacia el lugar de nuestro destino señalado por ellos. Otros coches salieron detrás de nosotros y supongo que en uno de ellos había sido introducido Joaquín. Intentaba mover las manos para que la sangre corriera y evitar que se me durmieran o cangrenaran.

   Me sentía muy incomodo tirado en el asiento sobre mis manos atadas y tratando de buscar una postura que me evitará las molestias y el dolor. Sentía las metralletas a nuestro lado y el desconocido, que podía ser alguien para espiarnos en lo que decíamos.

   El coche salió de nuevo a la carretera y comenzó la huida. Después de algunos kilómetros algo había salido mal. Un alto por la policía había ocurrido. Saltarlo y huir era la única salida. Unos tiros desde fuera y desde dentro nos hizo comprobar que se habían saltado un control policial. Esto nos hizo pensar en que el final del secuestro podía estar cerca. Que una vez localizado la policía lograría seguirles y cojerles.

   Se salieron de la carretera y empezó la huida a  través de la zona desértica que rodea la ciudad. El nerviosismo iba en aumento entre los secuestradores. Que comprobaban que las cosas no iban saliendo como ellos esperaban. Que ahora lo principal era tratar de escapar de la persecución policial. Fueron momentos muy tensos dentro del coche campo a través. Fueron varias horas de huida por la periferia de la ciudad hasta lograr encontrar de nuevo su objetivo. Yo con los ojos cerrados no podía ver nada. Únicamente sentir el nerviosismo que todo esto había producido en los secuestradores. Apagaron las luces de los coches y a oscuras continuaban la huida.

   En esta huida yo oí, que debajo de los asientos de atrás una voz que pedía auxilio. Era Pedro, que lo habían metido en el maletero del coche, para lograr la huida. Pregunto quien estábamos y le dije que era Cosme. Me dijo que no podía respirar  y que se asfixiaba. Al atarle las manos, para meterlo en el maletero, las encogió y eso impidió que le pudieran apretar como a nosotros. Luego con el sudor le permitió irse desatando y una vez sueltas las manos, se quito la venda de los ojos. Hasta que moviéndose y con las manos desde dentro abrió el maletero. Gracias a esto evito el morir asfixiado dentro. Yo le dije si deseaba la absolución y me dijo que sí. Otra cosa no podía hacer por él tal como nos encontrábamos nosotros.

   Después de un tiempo de huida y comprobar que se habían librado de la persecución. Pararon los coches y nos cambiaron a un Patrol tipo furgoneta. En la parte delantera tenía dos filas de asientos y en la parte trasera un espacio para trasladar cosas. Por la parte de fuera la habían cerrado con unas cadenas y no se podía abrir. Como si fuéramos sacos nos fueron metiendo y tirando por una pequeña abertura por la parte de atrás. Como yo tenía los ojos vendados y las manos atadas caí como pude. Ya allí dentro comprobé que Pedro había sido introducido conmigo, el italiano y el iraní también. Joaquín como es muy gordo y éramos mucho no podíamos movernos ni colocarnos bien. El lugar era reducido y unos encima de otros.

   Realizado rápidamente este cambio, algunos de los otros coches cogió otra dirección y alguno apagado lo dejaron en la huida. Pedro que había logrado desatarse me desato mis manos sin que le vieran los secuestradores. Yo me pude colocar un poco mejor y luego quitarme la venda de los ojos. Los secuestradores se debían sentir más seguros y no hicieron nada para evitarlo. Las metralletas nos seguían apuntando. Sospechamos que ahora buscaban un lugar seguro y desde allí pedir su rescate por nosotros.

   El lugar de la Patrol donde nos había tirado era muy pequeño. Estábamos casi unos sobre otros. De todos las posturas estábamos mal. Además debajo de nuestros culos habían dejado lanza granadas y otros armamentos. Como íbamos campo a través saltábamos continuamente y era muy doloroso. Era un dolor tan intenso y duro que uno deseaba que todo terminara de una vez. La muerte era en esas circunstancias una liberación de tanto dolor en el cuerpo. Yo creo que durante este trayecto se salieron las gafas del bolsillo. Cuando pegaba un brinco la Patrol había que poner las manos para que nuestros cuerpos no pegaran en el techo. Yo sin gafas y de noche poco podía ver.

   Mi impresión era que en la huida íbamos dando una vuelta por el desierto que rodea la ciudad hasta lograr escapar. Después de muchas horas de huida se complico sobre manera. Al intentar salir nuevamente para coger una carretera y después de unos kilómetros, toparon con otro control policial. Se lo saltaron con un volantazo tal, que yo creía en un vuelco de la Patrol. Pero se comenzaron a oír tiros de metralletas y los secuestradores comenzaron a contestar. Delante iba uno de los cerebros del secuestro y llevaba a su mujer o amante. La amante estaba junto a la puerta derecha y al oí los disparos y ver que los iban a coger le dio un ataque de nervios. Sus gritos eran tan fuertes, que creímos que le habían dado. De todos modos los de dentro seguían también disparando y los casquetes de la munición caían sobre nuestras cabezas. Yo intente ponerme de culo por si entraba alguna bala. Unos recipientes de plástico que había les puse como defensa. El miedo se apodero de todos en esos momentos tan peligrosos.

   Yo sin gafas solo veía luces a lo lejos como si fueran ráfagas. Nuevamente pensamos que nos habían localizado y que eran seguidos los secuestradores y la libertad estaba cerca. Pero una vez que se alejaron nuevamente nuestras esperanzas se perdieron definitivamente. Nos dábamos cuenta que la policía iraní tenia poco medios y gente no bien preparada.

 P  Yo comenzaba después de tantas horas a tener ganas de orinar de manera irresistible. Pero no había manera de poderse comunicar y entender con aquellas personas. La sep era muy grande y pedir agua era imposible. Era solicitar un milagro y los milagros no llegan sobre todo cuando uno más lo desea. Lo principal para los secuestradores era lograr su seguridad y los objetivos del secuestro.

   Esta noche del secuestro se ha convertido en una de las más largas y duras de mí vida. Muchas veces desee su fin por muchas causas. La más insoportable fue el dolor. Tirado como un saco y sin dejar sitio para que los otros pudieran estar cómodos y estando tan incómodos como yo. El lograr un poco de comodidad dentro de tanto sufrimiento era a base de tener que perjudicar al otro y hacerlo sufrir, los mismo que yo sufría. El no verle sentido y el no saber por que había que aceptar y tratar de soportar en caso de ser soportable ese dolor. Esto me ayuda a comprender a las personas con cáncer, que ningún calmante puede hacerle soportar el dolor y se desesperan interior y exteriormente a veces contra Dios. No viendo más salida que la muerte cuanto antes para evitarlo.

   Cuantas veces suplique interiormente,  porque llegara la mañana o tuviera aquello una salida. Una salida que permitiera al cuerpo y al espíritu poder continuar. Desear vivir, porque es el valor más valioso, mientras disponemos de la vida y por el que hay que hacer todo lo que esta por nuestra parte.

   Muchas veces pensé como se podía desconectar de ese sufrimiento, que te impedía ser y pensar como la persona que eres. Sometido a ese tipo de presiones que nos impiden ser nosotros mismos. Nos pueden llevar a realizar lo más incomprensible. Yo entiendo no justifico el suicido en ciertos momentos y no creo que haya que culparlo de nada. El dolor a veces es más fuerte que nosotros mismos. Algunos no deberían olvidar esto, aunque sean creyentes y debemos hacer todo lo posible para evitarlo y que el ser humano no deje de sentirse persona.

   Muchas veces pensé, que no podía mis esfínteres orinarías aguantar más. Tener que orinarme sin quererlo ni desearlo y al lado de otros compañeros. Pensar si ellos sentían lo mismo que yo en esos momentos. Cuando tu no aguantas más, aunque desee uno ser egoísta con el otro, te sientes en momentos obligado a pisarlo para seguir tu adelante. El querer beber y no poder beber hizo que la vejiga por fin se resistiese hasta el final. Pero obligándome en la huida a estar pensando en mis necesidades básicas. Te das cuenta en esos momentos, que la libertad nos impide muchas veces el gozar al máximo de hacer cuando queremos todas esas necesidades básicas. Cuando no la tenemos te das cuenta de lo que vale y del placer que te dan el poderlas vivir.

   Hacia la seis de la mañana llegamos dentro de la zona desértica a una zona de oasis. Unas palmeras, una casa de barro y sobre todo un gran caño de agua era el premio a todo lo pasado. Los secuestradores se metieron de patas en el caño, lavaban sus caras y con las manos bebían del agua restauradora de nuestras fuerzas. Nos invitaron a salir del coche y lo primero a pesar de mi sed, era desocupar la vejiga y gozar del placer de una gran meada, bien deseada. Yo creo que las más deseada de mi vida y tal vez por ello muy gozosa. Hacer nuestras necesidades son gozos básicos de todo ser humano. Que nuestra cultura nos oculta envueltos en tanta educación.

   Después como todos me dirigí al agua tan deseada y de la que tan necesitado me encontraba. Intente como los camellos beber al máximo, ya que no sabía, cuando podría ser la próxima vez. La perdida de la libertad y depender de otros te enseña a vivir de otra forma. Desde ahora para mis necesidades básicas tenía que pedir permiso y depender de la voluntad de otros. Lo mismo me iba a ocurrir con la necesidad de beber. El hombre de nuestro tiempo obtiene de forma tan fácil estas necesidades, que no las da el valor que tienen. Al no darle el valor que tienen se siente infeliz y busca otras donde no esta la felicidad. A olvidado en su escala de ser feliz a valorar estas necesidades y hasta llamarlas pequeñas y confunde otras con las grandes, cuando son pequeñas y por ello sufre tanto.

   Comenzaron a sacar depósitos de plásticos. Muchos eran de la gasolina que habían usado para cargar los depósitos en la huida. Sin lavarlos los llenaron de agua que cargaban en el coche y potentes motos para luego continuar a huida desierto adentro. El agua del primer día por esta razón nos sabía a gasolina y no por ello dejamos de beberla si deseamos sobrevivir en ese habitad. Nunca más en los muchos kilómetros de desierto, que nos hicieron hacer, encontramos un manantial con tanta agua. Había que llevar toda la que se podía trasportar en coches y personas. El secuestro no tenía de momento fecha de su fin y todo lo que podíamos necesitar era poco.

   Todos nos metimos después de beber de patas en el caño para refrescar nuestros pies para el largo camino que nos esperaba. Las manos de agua refrescaban nuestras noche del secuestro. Ellos comenzaban a estar seguros para comenzar con nosotros el logro de sus objetivos. Ese sería nuestro desayuno después de una noche sin cenar y de tanto dolor y sufrimiento físico y moral. Nuestra orina de un rojo intenso indicaba que el organismo cambia y produce sustancias que micas para superar esos momentos esteremos que habíamos vivido. Pero a la vez sería nuestra comida y cena de ese día, que después de la noche tan larga, estaba comenzando.

   Nos indicaron montar de nuevo y comenzó a ponerse en marcha la caravana del coche y potentes motos. Motos que desde ese momento dirían nuestros pasos hacia donde pensaban escondernos por el momento. Y comenzar sus conversaciones hasta lograr los objetivos. Todavía no había tiempo para hablar y todos nos mirábamos unos a otros con miedo y desconfiando de todo.

   Dejado atrás el oasis el coche llego al comienzo de unos desfiladeros donde no podía seguir y solo podían hacerlo las potentes motos. Que como cabras o burros por pequeños caminos de los desfiladeros podía llevar las cosas. La gente que participaba en el secuestro eran muchas. No era cosa de dos exaltados y tenían bien pensado. Comenzamos a pensar que aquello iba a ser largo y que dependía de conversaciones con personas que no conocíamos y condiciones que ignorábamos. Las suposiciones comenzaban a surgir entre nosotros. Ya que no teníamos ningún fundamento para otro tipo de pensamientos o certezas.

    Las motos habían cargado lo más pesado. Lo demás lo fueron distribuyendo entre secuestrados y secuestradores y comenzó cuesta arriba por los desfiladeros el desfile de todos. Buscaban escondernos en lo más profundos de los desfiladeros pedregosos de ese desierto iraní y buscando los lugares más escarpados donde no podía llegar casi nadie para estar ellos más seguros. El fresco de la mañana nos ayudo a caminar. Primero siguiendo la parte baja y llana de los desfiladeros. Este caminar era un placer comparado con el viaje en el coche sin carretera y pegando brincos debido a las piedras. Yo tenía un buen calzado, ya que baje a cenar sin ducharme y cambiarme. Eran unas zapatillas fuertes y bien mullidas.

   El italiano lo habían cogido en la habitación del hotel en la ducha. Desnudo con una toalla al cuerpo y con las sandalias de la ducha. Los pies comenzaron a sangrar y eso no era nada importante para los secuestradores. Que mandaban no correr, pero si un paso ligero. Después de cierto tiempo de camino hacia donde los desfiladeros comenzaban a ascender y cada vez más pedregosos y llenos de dificultad. Hicimos un largo descanso. Yo me tiré en la arena de la orilla e intentaba descansar un poco y relajarme de todo lo que me estaba sucediendo. Pero el sol del desierto comenzaba a calentar y nos indicaron seguir hacia arriba. Ya casi al fina de un desfiladero por la parte derecha, que nos había exigido ayudarnos unos a otros para ir subiendo por las piedras y acantilados llegamos a un lugar muy escondido y de grandes rocas. Ellos se fueron colocando en la parte de arriba buscando las mejores sombras de la roca y nosotros sin saber lo que había que hacer  intentamos buscarnos sombras del abrasador sol del desierto.

   Buscar una sobra y cambiar de una a otra iba a convertirse en una de las principales funciones a través del día en nuestro secuestro. Según iba cambiando el sol teníamos que ir cambiando nosotros. Hablamos un poco entre nosotros y de lo que nos parecía nuestra situación. Pero buscar una sobra e intentar descansar era lo más urgente y necesario.

   Yo me acorde de mi pañuelo de mocos. Que tesoro tenía y que ayuda me iba a aportar en el desierto. Le hice cuatro nudos y se trasformo en el sombrero más preciado y valorado de mí vida. Por las noches lo metía entre los calzoncillos y el pantalón junto con las tarjetas que conserva en el bolso de mi blusa para evitar que las piedras donde tenía que dormir se clavaran en mis carnes. Este tipo de vida me ha vuelto a tomar conciencia del valor y la importancia de estas cosas pequeñas, que en nuestra vida damos por hechas y no valoramos.

   Con las vendas de los ojos y de las manos procuramos rodear los pies del italiano para que pudiera seguir adelante en el caminar por el desierto en busca de nuestra libertad arrebatada por personas sin escrúpulos. Que para lograr sus intereses no dudaban hacer mal otros. Comencé a echar de menos mis gafas sin las cuales mi visión era muy limitada y deforme. Después de un día apareció uno de los secuestradores con ella preguntando de quien eran. Las había encontrado tiradas en el suelo de la Patrol.

   De vez en cuando la sed nos animaba a acércanos a nuestros secuestradores y pedirles un poco de agua para seguir adelante y ver hacia donde caminaba nuestra situación. Hacia medio día ellos comieron algo de lo que llevaba. Predominantemente eran lastas de bonito y de carne con tomate y especies. Yo me hice con una que estaba terminando uno de ellos. Intente meter aquello en mi boca y me era imposible. Una sensación de vomito era mi respuesta siempre que lo intente. La de bonito como no teníamos con que abrirla no pudimos comerla. Ellos lo hacían con alguna parte de las metralletas y piedras. Nosotros no pudimos y de momento el hambre se podía aguantar.

   Poco a poco comprobábamos que lo poco o mucho que tenía los secuestradores para ellos lo intentaban compartir con nosotros. El segundo día comenzamos la mañana con un desayuno de té. El té iba a ser nuestra salvación y en realidad lo fue. Nos dieron te en abundancia a todas las comidas. Como nuestra vida fuera de los traslados a que nos sometieron iba a ser estar tumbados a la sobra todo el día. Poco gastábamos en energías.

   Siempre que nos daban el té, yo comencé a coger todos los terrones de azúcar que podía. Los metía en el bolsillo y cuando no daban comida o cena. Un poco de azúcar y agua hacia la noche más llevadera. Comencé a darme cuenta que había que comenzar a aprender a sobrevivir.

   Llegada la tarde del primer día cada secuestrador buscaba donde pasar la noche. Dos de ellos estaban encargados de la vigilancia y se cambiaban mientras los otros descansaba. El que parecía el jefe con su mujer eligió un meandro de la torrentera. Que parecía una además tenían una alfombra. Nosotros con lo puesto, tirado unos junto a otros, donde nos había señalado, nos pusimos a dormir. En el desierto durante el día hace un calor casi de 50º grados. Pero de noche las temperaturas casi se ponen a bajo cero. Yo tenía un pañuelo para el sol, pero no tenía con que abrigarme por la noche contra el frió. Junto a mi estaba el catalán y de mañana se moría de frió como yo. Era tal el frió, que en un principio decidimos juntarnos lo más posible. Pero con esto no se solucionaba y tuvimos que abrazarnos lo más íntimamente para sobre vivir. Que alegría fue ver nuevamente el sol y terminar nuestras tiritonas.

   Al llegar la tarde del segundo día de secuestro nos pusieron de nuevo en camino. Primero bajamos un tramo de la torrentera hasta un lugar que se iniciaba otra. Que estaba más en el centro y subiendo por ella nos íbamos introduciendo más en ese mundo de barranqueras. Donde ellos cada vez se sentían más seguros.  Todos subíamos cargados con lo que nos había distribuido los secuestradores. Los depósitos de agua, que eran muy grandes y pesados. El maletín de uno de ellos, que era uno de los objetos predilectos para mí por su poco peso. La distribución de quien y que había que subir dependía de ellos.

   Una de las cosas más pesadas e incomodas era una media rueda de la goma de la rueda de un camión. Lleno de balas de metralleta, que pesaba como el plomo. Ese día le tocaba trasladarlo a Pedro el catalán. Que rea ingeniero informático en una empresa de Barcelona. El camino era muy duro, el sol todavía calentaba mucho, la bebida que nos daba era escasa por si las cosas se estiraban. Después de unas horas de camino hacia arriba por aquellas torrenteras escapadas se tiro por no poder más. Yo creo que le dio una lipotimia y se tiro en el camino. Les dijo que no seguía adelante y que le pegaran un tiro en la cabeza. Yo creo que estaba pasando por un mal momento, que todos tenemos en circunstancias limites. Uno de los secuestradores le puso el fusil en la cabeza y nos lanzamos todos para evitarlo. Le dimos agua descansamos un poco, cambiamos la carga y seguimos hacia delante.

   Fue uno de esos momentos duros en este tipo de secuestros. Que una vez llegados a él se pueden hacer cosas extremas. Tal vez es uno de los momentos que yo recuerdo como de mucha tensión. Estaba pasando por un momento psicológico muy duro. El joven italiano fue  de los que mejor reacción frente a este tipo de cosas.

   Por fin llegamos al lagar elegido y nos señalaron un lugar para nosotros. Era como una cueva, en unos de los meandros de la torrentera y nos mandaron rodearla de piedras. En frente se aposentaron ellos para vigilarnos con las metralletas. Luego nos indicaron que ese era nuestro lugar. Yo con unas hierbas procuré limpiar las piedras para poder tumbarnos y estar un poco más cómodos. No era un lugar amplio y el espacio era pequeño para los cinco. Como se marcho una de los cabecillas y su mujer nos dejaron una alfombra que pudimos usar para taparnos por la noche en aquel cuchitril.  Este lugar fue donde más tiempo nos tuvieron.

   Comenzamos a pensar que aquello iba para largo. Unos vigilante ascendían por la montaña para dominar el horizonte desde las cimas y otros cuatro como mínimo a un a distancia prudencial de nosotros nos apuntaban con las metralletas.  El primer día la comida fue nula. El té  con azúcar unas tortas de pan durísimas era toda nuestra comida.

   Desde nuestra cueva en frente se divisaba una torrentera hacia arriba y otra Hacia abajo. Frente una montaña de arena y cantos alta. Abajo había como un pequeño llano de arena. Donde nos mandaban estar sentados o tumbados con dificultad entrevamos los cinco. Cuando comenzaba a entrar el sol íbamos buscando las sobras y llega un momento donde el sol no lo podíamos evitar. Al principio eran muy exigentes y si nos movíamos nos indicaban que podíamos. Pero poco a poco nos fueron dejando cambiar durante el día donde daba sobra. Pero siempre donde nos dominaban a todos juntos. El cambiarnos de sol a sobra era la única movilidad que disponíamos y cuando nos separábamos un poco para hacer las necesidades mayores y menores.

   Hacia el segundo día por la mañana vimos llegar un burro con un hombre vestido de beduino. Venía muy cargado de agua y productos alimenticios. Lo descargo y se acercó a nosotros con ropa pantalones, camisas y playeras. Y una manta para cada uno y nunca hasta el final nos separamos de ella. En el desierto era tan preciada como el agua. Máximo, que era el italiano de Bolonia, le secuestraron en la ducha. Tenía una toalla únicamente para cubrirse y unas sandalias de duchas para caminar. Una de las noches al amanecer le dio una tiritona. Que creíamos que se moría. Esta primera noche lo pudimos pasar superando el frió gracias a la alfombra de la mujer del uno de los lideres, que se había marchado. A esa mujer nunca más la volvimos a ver. Como tampoco a uno de nuestros secuestradores más viejos y que se pasaba el día drogándose. Calentaba las pastillas de chocolate con el hierro de limpiar el tuvo de su metralleta en el fuego y lo aspiraba. Este era muy exaltado en todas sus manifestaciones. Yo creo que la droga lo tenía muy disminuido de facultades. Este ya no subió del primer sitio. No volvimos a saber nada de él.

   Yo fuera de la manta no cogí nada de ropa. Los pantalones los cogieron los demás, que fueron más rápidos que yo. Sólo el italiano tenía preferencia al no tener n ninguno. Las playeras eran pequeñas y tenía que caminar por el desierto sin poderlas meter por detrás. El iraní rápidamente cogía de todo sin mirar por los demás. Además ni le entendíamos ni nos entendía. El hablar el idioma de los secuestradores tendía a hablar con ellos. Llegamos a creer que era un espía y procurar ser lo más `parco con él. No sabía de parte de quien estaba. Después de hablar con los secuestradores con gestos intentaba hablar con nosotros y los gestos era pesimistas. Que nos matarían en cualquier momento, que lo nuestro tenía fuera de la muerte pocas salidas.

   Todavía para nosotros la razón del secuestro era un misterio. Pensábamos la mayoría, que estaban negociando un dinero por nuestra liberación. La incertidumbre nos hacía estar más decaídos y los momentos de pesimismo y depresión entre nosotros era frecuentes en unos u otros. Los comentarios entre nosotros por ahora era buscando alguna botica del porque y del para qué de todo aquello. El iraní pasaba la mayor parte del tiempo con ellos y ellos comenzaron a usarle para todo. Para hacer las comidas y para buscar arbustos para hacer el té.

   Cuando intentaba unirse a nosotros al principio no nos fiábamos de él en nada. Pero nosotros intentábamos por señas saber razones del secuestro y esperanzas de futuro. Tenía mucho miedo por ser iraní. Fue secuestrado en el hotel por decirles a los secuestradores que era italiano. Les dijo esto por creer que a los extranjeros nos les interesaba y era todo lo contrario. A los secuestradores no les agrado el enterarse que era iraní. Le dijeron que si hablaba le cortarían la lengua. Lo convirtieron como le molestaba mucho su presencia en el criado de todos. Estaba casado y tenía tres hijos. Creía que nunca más los volvería a ver. Nunca pudo entender por su mentalidad árabe nuestro celibato. El enterarse que teníamos 57 yo y el otro sacerdote ya en edad de jubilación sin mujer e hijos era algo muy negativo para él.

   En los traslados de un lugar a otro siempre le cargaban con lo más pesado, aunque en comidas, bebidas y fumar le daba todo lo que les pedía y tenían. Fumaba mucho y era rubio americano el tabaco que le daban. Con este grupo de secuestradores tomo mucha confianza. Cuando le parecía dejaba nuestro lugar y se iba hablar con los vigilantes. El recogía los arbustos para la lumbre y hacía el te para todos.

   Juntamente con el burro que apareció cargado de cosas. Traían atado un chivo que ató en unos matorrales del plantas en frente de nosotros. Traía unas cuantas cajas de dátiles que fue el desayuno, comida y cena de muchos día para el grupo. Por supuesto trajo piedras de azúcar que era nuestra salvación. Ya que té y pedazos de azúcar eran suficiente para ir superando el hambre. El té nos lo solían dar tres veces al día de no ponerse muy mal las cosas.

   Cada uno cogió su manta de la cual nunca más nos separamos. La usábamos para dormir sobre la arena y las piedras, para sentarnos y evitar el calor del suelo. Si no encontrábamos sombra para cubrir nuestras cabezas. La conversación de esa mañana era sobre un secuestro largo y de que lo que buscaban con nosotros no lo lograban fácilmente. Esto hizo que el optimismo del grupo por detalles de esperanza de días anteriores fuera decayendo.

   Yo separo muy mal los acontecimientos ocurridos un día de otro. La vida en el desierto era igual, muy monótona. El sol amanecía de golpe hacia las seis de la mañana y se oscurecía de golpe y muy pronto. Como no podíamos pasear, ni caminar ni salir del lugar señalado. Nos sentábamos en el lugar más cómodo que encontrábamos y a mirar un poco al horizonte. Al salir el sol apetecía ponerse a él para entrar en calor, pero rápidamente subían las temperaturas y evitarlo era una de nuestras principales tareas. Si de mañana nos daban algo de comer nunca era puntual. Dependía de sus necesidades o de si había dejado por allí algo y lo cogíamos nosotros.

   La noche del secuestro se me terminaron las pilas del reloj y durante los diecisiete días dependía de preguntar la hora y el día de la semana. Tenía un billete y en el bolsillo de la camisa un bolígrafo donde escribir algo y pensé en ello para recordarlo después y poder relatarlo. Pero uno de los principales encargados de la vigilancia me lo cogía y termine dándoselo y el me dio el suyo. Mucho más elegante que el mío y por supuesto más valioso. Pero no escribía y es el único recuerdo que tengo de los secuestradores. Le gustaba mucho la colección de sellos que compre sobre el eclipse, pero esa no me apetecía dársela. También llevaba las tres tarjetas que había comprado con sellos para mandarlas el día siguiente. Me las cogían, las veían y me las volvían a dar. Al secuestrador que le di el bolígrafo me di cuenta que durante todo el secuestro me miro y trato con complacencia. Era el que distribuía la carga cuando nos cambiamos de un lugar a otro y siempre me cargaba con lo menos pesado para el camino.

   Lo más pesado para llevar era una goma de coche llena de balas para los armamentos. Yo la ponía de cabecera y sobre ella una bolsa llena de hierbas como almohada. El jefe del secuestro se entero que no funcionaba el reloj lo cogió y miraba si  él podía hacer algo. Intente por señas decirles que era cuestión de pilas. Me lo devolvió y hasta Madrid aprendí a vivir sin él. Los días se hacían muy largos y monótonos. Ya que despertar era para seguir sentados y el levantarnos del sitio para desentumecer el cuerpo.

   Yo la primera parte del día me sentaba y mirando al horizonte me ponía a rezar. Como no disponíamos de ningún libro recordar los salmos que mejor sabía. Uno que rezaba mucho era: el Señor es mí pastor nada me falta en verdes praderas me hace recordar... El magnificat lo rezaba con mucha frecuencia ya que es una de mis oraciones preferidas. Lo mismo el gloria, que en aquel inmenso templo del desierto y en aquel silencio tonificaba el espíritu. Llegaba un momento que me cansaba de orar y eso que siempre era oración de alabanza y acción de gracias... Ellos no debían de ser muy practicantes. Yo sólo vi rezar a uno de ellos. Al que le regale el bolígrafo, que por las tardes mirando a la Meca hacia sus oraciones. Un día al levantarme por la mañana sobre una piedra pizarrosa vi pintado una cruz. En un principio pensé en el otro sacerdote. Me dijo que él no la había pintado. Estaba pintada con la piedra de azúcar que con otra piedra rompíamos para echarla al te. Siempre me quedado la duda de quien fue el que la hizo. Mi mente piensa que el italiano.

   Se consideraba católico y practicante. Con Paola la chica que vivía pensaba no tardando mucho casarse y casarse por la Iglesia. Al saber que Joaquín y yo éramos sacerdotes, alguna vez manifestó si era liberado venir a Madrid para casarse en la parroquia de Joaquín. En la carta que me envió después de su liberación respiraba agradecimiento a Dios por que también había salido bien del terremoto que ocurrió por su tierra y daba gracias a Dios por ello.

   Era de Bolonia y en esa ciudad esta enterrado Domingo de Guzmán el fundador de los dominicos. Yo que soy dominico se lo recordaba mucho. Además es una ciudad que he visitado y he pasado algunas horas de retiro sobre la tumba de Domingo. Su madre era profesora de latín. Aunque he dicho que era de Bolonia, lo cierto es que era de un pueblecito muy cerca. Su novia trabajaba en una fabrica de cerámica de sus padres y económicamente decía les iba muy bien. Sus intenciones era casarse pronto, se amaban mucho y era muy compatibles los dos para una vida en común.

   Yo tenía colgando del cuello una cruz de oro. Les llamaba mucho la atención a los secuestradores. Yo intentaba decirles que era el Dios en el que creo. Uno comprendió que era la figura de Cristo y me dijo que también les había dicho Mahoma que formábamos parte del libro. Los secuestradores admiraban y respetaban sobre manera a la personas mayores. El sacerdote como era de mucha edad tuvieron con él un trato de respeto muy grande. Era una pena las limitación de no podernos entender a no ser por señas. Esto nos ha impedido conocer algo de sus personas, de su fe, de sus creencias de su vida.

   Uno de los días, yo creo que era el primer jueves del secuestro, se reunieron todos los que participaban en él. Las caras se veían muy alegres y todo presagiaba que la liberación estaba cerca. Que las conversaciones habían terminado en acuerdo. Al iraní que cocinaba muy bien le encargaron realizar una buena comida, que parecía de despedida. Fue el día que más hablamos con los secuestradores. Estuvimos la mañana y la tarde casi todo el día mezclados. El que diría el cotarro se mostraba muy comunicativo. Era el que tuvo en el momento del secuestro con él a su mujer. Nos enteramos que era medico. Que la mayoría de ellos eran iraníes que se habían pasado a vivir a Afganistán al morir Joméini. Al que admiraban como líder político y religioso. No olvidemos que le permitía traficar la droga para hacer la revolución. La palabra Jatámi les ponía de mal humor. Le tenían jurado muchos de ellos la muerte y era el causante de sus males.

   El nuevo gobierno de Irán había prohibido el tráfico libre de la droga por presiones de Europa y Estados Unidos para poder tener intercambios económicos con los países europeos. Sus negocios estaban basados en pasar la droga de Pakistán y Afganistán. Los talibanes con el dinero de la droga están pagando los gastos de la revolución. Pudimos clarificar la causa de nuestro secuestro. No era cuestión de exigir dinero de nuestras familias para liberarnos. Uno de los más charlatanes y muy joven, llevaba un maletín y saco un periódico. Nos enseño unas fotos de traficantes de drogas en una friega de la policía iraní. Nos señalo que uno de ellos era su hermano y que nos cambiaban por ellos que estaban en las cárceles iraníes. Las fronteras de Irán con Afganistán en el triangulo con Pakistán habitan la tribu de los ancianos de las barbas blancas en cuyas manos estaban y dependía nuestras vidas. La gente de esa zona apoyaba a estas personas. Tratar de huir era imposible y un suicidio. No podíamos ir muy lejos y encima la lengua no era entendida. Cualquier persona que nos hubiera encontrado nos hubiera devuelto a ellos.

   Ya teníamos claro el objetivo de nuestro secuestro. Liberar a dos compañeros y entrega de tres cadáveres de los muertos en esa refriega con la policía. Uno de ellos en ese trato tan abierto que en ese día tuvieron por creer ya logradas las exigencias nos dijo: “cada vez que uno de nosotros por el trafico por el trafico de droga sea cogido por la policía un turista será privado de libertad para ser cambiado”. Después de nuestro secuestro dos portugueses le ocurrió lo mismo que a nosotros y meses antes otros turistas habían caído en las misma trampa.

   Ellos no solo  ven la droga como una industria económica que produce dinero fácil sino como dinero que Afganistán necesita para llevar a cabo su revolución religiosa. La revolución religiosa les justificaba a ellos esta manera de trabajar y de hacerse ricos. Sin este dinero fácil la revolución de los talibanes no hubiera sino posible. El armamento es moderno y muy caro. El dinero tiene que salir de alguna parte. Que pena es darse cuenta que una adicción de los jóvenes europeos termina con su dinero y ese dinero es usado para machar a mujeres y cumplir los objetivos de integrismos religiosos, que no son dignos de ser defendidos por ninguna creencia. Esta es la dura realidad y lo ciegos que están algunos en su fe.

   El iraní para resecar el arroz blanco uso una de las camisas de algodón que cogió al repartir la ropa. Se ve que este plato de arroz debe ser muy típico, ya que todos ellos manifestaban su satisfacción por tan buena comida. Yo lo que siempre mejor me entraba era la carne de cabrito o pollo asada. La coca cola como bebida ese día estuvo muy abundante como si ya no se necesitara. Se comía y bebía como si al día siguiente todos nos íbamos de nuevo a nuestro lugar. Que el objetivo había terminado rápidamente en este éxito final de nuestra liberación.

   La comida de se día fue abundante y muy especial. Nos señalaban en nuestros relojes las horas que nos quedaban para volar libres de nuevo a nuestros paises. Ellos felices por lograr la liberación de sus hermanos y compañeros. Sentados sobre la arena en el fondo de la torrentera todos en corro sentados charlábamos. Cada uno en  la arena apuntaba el número de sus años, de sus hijos y a base de dibujos respuestas claras de lo que preguntábamos. La palabra era una frontera, pero la mímica y el dibujo nos devolvía la comunicación tan necesaria para no sentirse solos.

   El responsable del secuestro me cogió mi monedero. Tenía monedas españolas de una, cinco, veinticinco, doscientas, mil, cinco mil y sino recuerdo mal u no de diez mil. Les indique que podían quedarse con ellas de recuerdo o para coleccionarlas. Me dijeron una y otra vez que no deseaban dinero nuestro. Era claro que su motivo no era monetario. Una preocupación en mi cerebro y corazón era pensar la carga económica que esto iba a se para mi familia. Ya que todos creíamos que buscaban un rescate. Mando a uno de los que estaban a su servicio que le trajera un maletín de cuero y estaba lleno de dinero. Al final nos dimos cuenta que era la paga a entregar por los trabajos que hacían los secuestradores.

   Sólo el último día en caso del que le había dado el bolígrafo y debido a mi insistencia se quedo de recuerdo con mi dinero. Lo cogió como un poco obligado y no muy complacido.

   El medico jefe de ellos había viajado con su mujer por Roma y alguna otra ciudad Europea. Otro de los secuestradores nos hablaba de la gran moto que pensaba comprarse o de sus mujeres e hijos que tenía en Afganistán. Nos decían que se vivía mejor en Afganistán que en Irán. Los coches y motos de que nos hablaban era de muchos millones. Solo un negocio como la  droga hacia posible todos esos sueños y el poder adquisitivo que tenían. Todos nosotros con nuestro trabajo no podemos nunca en toda nuestra vida soñar como ellos. Los dirigentes afganos para ellos eran muy buenos gobernantes. Todo lo que decían de ellos es alabanzas y agradecimiento. La razón era clara los mutuos intereses de enriquecerse y dominar a través de la droga.

   Después de la comida y de muchas horas de convivencia con los secuestradores en un clima de haber logrado lo exigido por nuestra liberación. Yo les indique si podía pasear para desentumecer mis cuerpo y mis piernas. Me dejaron sin ninguna limitación y estuve paseando más de dos o tres horas esperando la llegada de la noche para dormir y al día siguiente gozar de la liberación. Que venía a coincidir con el viernes para ellos, que es día de sus rezos y oraciones.

   Al oscurecer la mayoría de los cabecillas se fueron, otros cobraron los servicios por los trabajos realizados en esos días y todos desaparecieron y sin noticias hasta hoy. Un día la radio y prensa española hablaba de que en una refriega con la policía iraní uno de nuestros secuestradores había muerto. ¿Quién era? No puedo contestar y menos focalizar en mi recuerdo. Fue el que se encariño más por mí y me ayudo con sus gestos compasivos. No lo se, me gustaría que fuera otro. Si fue él y pensar que fuera él me produce un recuerdo doloroso. Fue alguno de los liberados, que nuevamente cayo en poder de la policía iraní. Pues poco tiempo gozo de libertad y del don de la vida. Respecto a su vida son personas que se las veía dispuestas a matar y morir por lo que traían entre manos.

   Sentados y hablando con el jefazo de ellos cargo una de aquellas armas y apunto a la montaña cercana. Su disparo hizo un gran agujero en la montaña y saltaron piedras por todas partes.

   Fue el día más grato y agradable de los 17 día de privación de nuestra libertad. Los cinco ante la esperanza de que las horas de nuestra liberación disminuyeran estábamos muy alegres. Ya por fin veíamos el final de ese mal sueño no deseado por ninguno y que habíamos tenido sin poderlo evitar. Cuando el grupo de los secuestrados nos quedamos solos, nuestro tema era marcar en el reloj las horas que nos quedaban para lograr la libertad. La única duda era el día exacto, ya que una de la exigencias para liberarnos era dar tiempo después del acuerdo para que los presos llegaran a Afganistán.

   Habíamos comido muy bien, tal vez para que nuestro recuerdo de ellos no fuera tan negativo. No querían hacernos daño sino únicamente lograr sus exigencias. Como disponía de medios deseaban para nosotros lo mejor. Si hubo mementos duros fue como consecuencias de los fallos no previstos y que sus planes se habían complicado. Hay muchas cosas que no tiene una clara respuestas por parte nuestra.

   Según iba oscureciendo los vigilantes ya más calmados por la noticia de la esperada liberación  y nosotros porque el mal sueño tenía un final feliz y sobre todo rápido. Que nos permitía de nuevo seguir con los compañeros el viaje. Las autoridades iraníes les había prometido la pronta liberación y decidieron esperarnos para terminar todos juntos lo comenzado.

   Por la mañana fuimos despertando cada uno se retiraba a hacer sus necesidades. Todas nuestras preguntas era sobre cuantas horas faltaban. Si habíamos extendido bien el momento o los días. Ya que con el dedo sobre las esfera del reloj no eran claros los días de espera. Se comento ese día si irnos directamente a España y seguir con nuestro viaje. La opinión era mayoritaria era volvernos a España para serenar a nuestras familias. Nuestro psiquismo no estaba para seguir ya el circuito de manera alegre y satisfactoria. Ya que podíamos ser de nuevo objeto de un secuestro y no viviríamos seguros y en paz. La experiencia había sido muy dura y se necesitaba tiempo para que nuestro psiquismo vuelva al estado normal.

   El más animado a seguir como si no hubiera pasado nada era Joaquín. Siempre manifestó que no tenía ningún inconveniente para volver al año siguiente otra vez y que le gustaría hacer de nuevo este viaje. En las entrevistas de la liberación lo manifestó así también. Aunque algunos periódicos me lo atribuyeron a mi persona.

   Fue un día que se nos hizo muy largo, las horas esperando el momento se hacían interminables. De la mañana de este día poco más recuerdo, que del continuo preguntarnos unos a otros cuando era el momento y si habíamos entendido bien...

   Por las noches se comunicaban con los que estaban vigilando esparcidos por todas las alturas que nos rodeaban con aullidos que comenzaban a escucharse por toda la montaña. Por las mañanas cogían dos botellas grandes de coca cola metidas en unos calcetines de lana mojados. Supongo que era el mejor frigorífico para conserva fresca y se iban. Los que habían pasado la noche en vigilia dormían y otros se iban a puesto. Teníamos unos vigilantes que siempre estaban muy cerca de nosotros y nunca nos perdían de vista. Los otros estaban en lugares estratégicos desde donde se dominaba lo más lejos del horizonte. Todos ellos se comunicaban por señas y tiros al aire.

   La liberación anunciada era aproximadamente dos días después. Era el tiempo que los liberados de la cárcel disponían para llegar a Afganistán. Llegados allí nos dejarían a nosotros libres. La tarde del primer día algo ocurrió y se pusieron muy nerviosos. Los vigilantes cercanos nos dijeron que si por la noche no los veíamos por la mañana descendiéramos solos hacia abajo. Nos dio la impresión de que la policía iraní los había localizado. Las conversaciones se había roto y eso tomaba otra dirección. Llegamos como a entenderle que había cogido la policía a uno de ellos. De los que el primer día abandonaron el primer escondite y no los volvimos a ver. Esa tarde no se veían los que nos vigilaban. Todo se veía muy sólo.

   Comentábamos entre nosotros si solos podíamos descender al oasis del agua del final de la noche del secuestro. Cerca de allí habían dejado escondida la Patrol con ramaje y maleza. Yo creo que si lo hubiéramos logrado. Yo me había fijado mucho cuando ascendíamos y todas las barranqueras se juntaban abajo. Tardaríamos más en lograrlo, pero era muy posible. Lo cual indicaba que no quería matarnos sino únicamente lograr las liberación de los suyos. Los planes se les habían cambiado y como muchos de los que habían participado del secuestro se habían despedido de nosotros comenzaron a llegar otros y la tarde de ese día comenzaron a reunirse muchos. Algunas caras las veíamos por primera vez. Había uno que parecía el encargado de dar las órdenes para los que nos esperaba todavía.

   Era un antiguo jefe del ejército afgano. Un hombre muy delgado y se le veía muy conocedor de ese terreno y un hombre de mando férreo. Un militar de cara de pocos amigos y muy entendido en asaltos y defensas en momentos difíciles. Lo supervisaba todo y les daba las órdenes. Fue la tarde en que más gente de los que participaban en el secuestro se juntaron. Llegaban de todos los lugares del monte. Comenzó el descenso y nosotros muy animados. Ya que creíamos que esa noche al atardecer nos dejaban libres cerca de la ciudad del secuestro.

   Había escrito que el día que por la mañana llego el burro cargado con provisiones traía una cabrito atado a la aparte de atrás. Lo tuvieron comiendo plantas del desierto. Pero esta tarde lo cogieron antes de marcharnos y lo mataron. De vez en cuando nos acercamos a ella y la cariábamos. Un animal junto a nosotros y a nuestra vista alegraba nuestro secuestro. Le teníamos cariño y esa muerte tan desastrosa nos daba un poco de pena. Aunque su carne en días futuros nos vino muy bien para apagar un poco nuestra hambre. Le cortaron la cabeza y lo dejaron desangrando tirado durante un rato. El animalito estiraba la pata y pegaba saltos sin cabeza. Las aves rapaces comenzaron a volar y juntamente con las tripas que las pusieron encima de unas piedras tuvieron alimento durante unos días. La piel se la quedaron ellos. El hígado y la carne la liaron en una ropa blanca y la montaron en el burro para el descenso. Algunos que marcharon también para el camino se llevaron algo.

   Se repartieron las cosas y cada uno con algo de lo que usábamos y teníamos. Comenzó el descenso por las torrenteras abajo. En algunos lugares las rocas eran altas y había que darse la mano unos a otros para bajarlas. El sacerdote mayor le costaba mucho, uno piensa ahora como no pasó nada. De vez en cuando hacíamos un alto en el camino. No todos llevábamos el mismo ritmo. No se veía tensiones y todo indicaba que por fin libres.

   Llegando a la parte baja donde se iban uniendo las torrenteras, yo recordaba perfectamente que por allí habíamos subido. Ya donde el terreno se iba allanando y durante la temporada de agua se conserva más fresca, encontramos un árbol que un higo parecido de tamaño a una cereza. Vi como todos los vigilantes corrían a él a comer sus frutos. Uno de ellos se subió y los demás como cerdos hambrientos se los cogían y comían como algo muy deseado y apreciado. Yo no recuerdo bien si cogí dos o tres y seguí su ejemplo. El grupo hizo como una parada para irnos juntando un poco más. Intente preguntar que árbol era, no es una higuera con la hoja que nosotros conocemos. Me dio la impresión de que era para ellos un alcatraz y de mi formación bíblica lo que se llamas un sicómoro.

   Ya en el llano entre las cañas que la humedad de la zona produce comenzaron a quitar el ramaje que escondía el coche y las potentes motos. Las fueron cargando con las cosas que bajamos. Luego nuevamente nos metieron en la patrol los mismo que en la huida del secuestro. Menos el sacerdote que no entraba para ser tirado para aparte de atrás. Fuimos cayendo a esa parte Máximo. Pedro, el iraní y yo, procurando colocarnos lo mejor posible dentro de un lugar no hecho para tantos. Algunos de los secuestradores se colocaron con metralletas y armados hasta las uñas en la parte de adelante. Las metralletas salía por las ventanas de las dos filas que tenía el coche de asientos.

   Nos dirigimos hacia el lugar del oasis donde paramos por la mañana, después de ser secuestrados y la larga huida de la policía. Era un lugar donde pasaba un gran caño de agua, que se dirigía con rapidez hacia los huertos sembrados. Había una casa de adobes cercana y que la primera noche con luces por un ventanuco daba señas. Se ve que era gente muy conocida o cómplices de ellos. El único árbol que se veía eran palmeras datileras y muchas cañas por el caño de agua. La casa de adobes estaba cubierta por fuera de barro y me recordaba algunas de las visitas en nuestro circuito turísticos como típicas. Repostaron agua en los depósitos de plástico. A la vez que gran cantidad de gasolina. Yo pensaba que todo esto era para la huida de ellos después de nuestra liberación. Estuvimos mucho rato esperando a que oscureciera. El descenso lo habíamos comenzado todavía con sol. Otras veces cuando cambiamos de lugar hasta el oscurecer no comenzaba la huida.

   Ya veíamos a lo lejos las luces de la ciudad vecina, donde creíamos nosotros que iba a ser la entrega. Por fin comenzó el desfile para lo que nosotros creíamos la liberación. Había cosas que nos entraban un poco. Pero nuestra buena fe las interpretaba como seguridades para su huida.

   La marcha comenzó abierta por las dos potentes motos con sus metralletas dispuestas para disparar. Detrás de ellos íbamos la Patrol con todos los secuestrados y los defensores con su armamento. Al parar y repostar habían sacado de la parte trasera unas laza granadas de carros de combate. Que las montaron en una camioneta que iba detrás de nuestra Patrol. Iban mejor preparados que para secuestrarnos. Esperábamos que una vez entregados a la policía todo esto era para huir ellos. De todos modos se nos hacía muy larga la espera realizada simplemente para liberarnos. Pero pensábamos que deseaban la noche para no ser vistos y descubiertos en el lugar donde nos iban a dejar libres. Y no ser descubiertos por los policía.

   Ya de camino la dirección tomada más que dirigirse hacia la luces de la ciudad, se dirigían dejándola de lado. Después de mucho tiempo dejamos de ver la ciudad y nos comenzábamos a intranquilizar. Los pasos del terreno desértico para cruzar las carreteras tomaban muchas precauciones. Primero paraban hablaban con teléfonos móviles y en algunos momentos no captaban la llamada y se subían encima de los coches.

   El jefe de la operación se les veía muy preocupado. El paso de un lugar a otro de la carretera era rapidísimo y donde ponía mucho cuidado para no ser vistos y observados. La ciudad había dejado de verse y nosotros cada vez estábamos más nervioso. No veíamos claro nuestra liberación y nos parecía raro el alejarnos de todo núcleo habitado. De todos modos la esperanza es lo último que se pierde. El camino que habíamos cogido era un desierto llano y de mucha arena. Se diferenciaba del montañoso, pizarroso por el que habíamos estado. Al principio corrían a mucha velocidad y comenzábamos a sentir los de la trasera de la patrol una experiencia de dolor como la noche del secuestro. La noche iba avanzando las ciudades dejaron de verse y a esas horas nos parecía raro nuestra liberación.

   Pero también es verdad, que entendíamos que toda su prudencia para ellos sería poca. Que habrían apalabrado un lugar donde su huida estuviera muy bien asegurada. Ya que la policía podría luego actuar sobre ellos. Luego yo llegue a pensar que de no haber sido perseguidos la noche del secuestro al verse descubierto por la policía esta sería su dirección para escondernos. Que la otra zona fue por salirles mal y es una creencia bastante fundamentada. Al sentirse localizados y rotas las conversaciones por no haber transigido el gobierno iraní con todo lo que pedían ahora intentaban hacerlo amparados en la noche. Y ahora me doy cuenta que sí.

   En algunos lugares tuvieron que esperar mucho para cruzar las carreteras. Estaban pendientes del teléfono. Dio la impresión en algún momento de la noche de no poderse comunicar y que tuvieron  que optar por decisiones no planeadas. La noche por el desierto es fresca. Ya que como he dicho bajan mucho las temperaturas y eso hacia que el calor de la parte trasera que no tenía ventanas fuera bastante soportable. En las paradas pedíamos agua y nos la dieron. Cosa que al día siguiente nos la escasearon, yo creo que al no lograr sus objetivos no tenía víveres. Conforme la noche iba pasando y la incertidumbre aumentaba los secuestrado decaímos en nuestra esperanza.

   Ya comenzamos a pensar si el fin del secuestro sería al amanecer. Aunque comenzábamos a vislumbrar que algo estaba cambiando. Que la liberación se alejaba y que los kilómetros de desierto nos alejaban cada vez más de toda luz y población. Que huían de las ciudades y de las poblaciones. Entre nosotros cada vez se introducía el pesimismo. El desierto arenoso y el horizonte nos parecía igual. Ya no se vislumbraban oasis y si kilómetros y arena.

   Aunque se les veía muy duchos en ese terreno, daba la impresión, que al final de la noche, al amanecer estaban un poco desorientados y no habían logrado el lugar que esperaban llegar. El sol comenzaba a calentar con fuerza y con la luz del día podían ser fácilmente vistos. El lugar donde pararon era de dunas de arenas un poco altas en medio de una gran llanura. Comenzaron a cortar arbustos con los que ocultar el coche. Nosotros intentamos buscar una sobra donde evitar el duro sol del desierto. Las primeras horas de la mañana una de las partes de la duna tenía sol y la otra sobra. Yo hice con la mano en la arena de la duna un agujero y me puse a descansar. Toda la noche tirado como sacos en la trasera de la Patrol había sido muy doloroso con los saltos que daba. Los otros compañeros hicieron lo mismo. Pero poco tiempo duro la sobre de las dunas y las soluciones eran pocas. En el horizonte cercano y lejano no había ningún árbol donde cobijarse.

   Otra vez el pañuelo que conservaba me iba a dar una gran ayuda. Estaba negro de los días anteriores, pero seguía siendo un tesoro del que nunca me desprendí. Le hice cuatro nudos y se convirtió en una buena visera para evitar el sol. A Joaquín se le levanto la piel de la cabeza. Mis pantalones de un color butano tirando a blanco estaban como el carbón y sobre ellos podía dibujar, pintar y escribir mi nombre con toda visibilidad.

   El aire del desierto no para ni de noche ni de día. Se metía por todos los orificios del cuerpo. La nariz, los oídos y poco a poco se pegaba el polvo de la arena a la piel y se cerraban los poros. En el desierto la sudoración por esta causa es muy escasa. Además este día nos racionaron mucho el agua y nada de comida ni té. No lo tenían previsto y por ello se paso el día cada uno como pudo. Si tenías ganas de orinar había que agacharse, de los contrario te orinabas sobre ti mismo. Esto me ayudo a comprender como orinan en estas culturas los hombres sentados lo mismo que las mujeres.

   La arena de las dunas con el intenso calor comenzaba a quemar y evitar las arenas se hacia difícil al no para el aire caliente. Yo pensé y lo hice fue ocultarme debajo el coche e intentar dormir hasta que llegara la tarde y se iniciara de nuevo la marcha. Debajo la Patrol con sombra y dando la espalda al aire pude dormir y pasar el día. Algunos de los secuestradores se metieron en el coche y con los medios que tenían pasaron el día. Al atardecer pusieron el coche en marcha. Yo estaba entre las ruedas y en un abrir y cerrar de ojos tuve que salir para que no pasaran por encima de mí. Ya me puse de muy mal humor. Como nos daban poco agua y la sudoración era mucha orinamos muy poco.

 

 

TRAVESÍA INFERNAL POR EL DESIERTO IRANI HACIA LA FRONTERA DE AFGANISTÁN.

 

   Llegado el atardecer la caravana se puso de nuevo en camino. Yo las noches tirado con los otros tres compañeros en la trasera de la patrol toda la noche dando saltos la temía como lo peor del secuestro. Llegan momentos que nuestro organismo parecía no aguantar más. Pero uno comprueba la resistencia que tiene nuestro cuerpo al ser sometido a todos estos suplicios.

   La travesía del desierto se hacía muy pesada, ya que todo parece igual, lo que dejamos y lo que vemos va llegar. Al quitarse el sol rápidamente el aire caliente del día se vuelve muy fresco por la noche. De tarde en vez pasaban una botella de agua que rápidamente se bebía. Las horas se hacían interminables. Yo con las manos en el techo de la Patrol para no pegar con la cabeza ante los saltos de la patrol. Nunca íbamos por carretera sino a través del desierto. Que aunque aparentemente llano todos son baches.

   Conforme iban pasando las hor5as a gran velocidad por el desierto, fuimos tomando conciencia de que la liberación había sido un mal sueño. Al libertarnos nos enteramos que después de llegar a un acuerdo los secuestradores aumentaron las exigencias y se rompieron las negociaciones.

   El embajador español, que había estado en el mandato anterior en Marruecos y le toco la muerte de dos españoles en una refriega policial. No quería que la policía iraní intentara hacerlo por la fuerza. Yo creo que en esto tenía razón y doy gracias por ello. Hacerlo por la fuerza hubiera implica muchas muertes por parte de ellos y nosotros. Estaban muy armados y armamento americano. Tal vez mejor que el que posee el ejército iraní. La droga produce mucho dinero y el dinero lo puede comprar todo.

   Según caminaba la noche nuestras conversaciones se centraban en que nos trasladaban para escondernos mejor. Yo les indique, que se dirigían hacia la frontera afgana. Me decían que no fuera negativo y agorero del pesimismo. Yo les decía que había que ser realistas. Que nuestro secuestro lo vislumbraba largo. Donde fuimos liberados después de ocho días me daba la razón. Nos llevaban al triangulo fronterizo de Afganistán, Pakistán y Irán.

   Termino la zona más llana y arenosa del desierto. Que termino en una zona montañosa y pedregosa. Con las motos y la Patrol comenzaron a dirigirse por desfiladeros temerosos. Aquel paraje me recordaba a las montañas pedregosas de Batuecas. Parque nacional de Sierra de Francia. Por donde va la cabra hispana en esos parajes ahora iba la Patrol. Cuando las piedras eran muy grandes y tendía que pasar por encima. Iba arrastrándola centímetro a centímetro. Se veía que conocían muy bien todos estos desfiladeros.

   Tan pronto subían por una montaña arriba como la iban ladeando o la pasaban por las zonas donde va el agua si alguna vez llueve. Por unos de los precipicios que estábamos pasando, mire hacia fuera y vi otro coche parecido al nuestro despeñado. Parecía un paraje volcánico y diabólico. Pegaba de vez en cuando unos botos, que todos pegábamos en el techo con las cabezas. Lo malo para nosotros es que no había donde agarrares bien. Lo mejor era poner ambas manos en el techo del coche. El culo termino lleno de moratones de tantos golpes. Como los cuatro de atrás no podíamos sentarnos y estábamos tirados... Yo con la espala atrás y estirando las piernas procuraba evitar los golpes más fuertes. Pero toda la noche con esta tensión era como un martirio chino. Que te llevaba a desear, que todo esto terminara lo antes posible, aunque fuera con la muerte.

   El italiano en una de estas embestidas se pego tal porrazo en la parte superior del coche, que pensamos se había roto la columna. Se le hincho la espalda y no paraba de quejarse. Los golpes eran tan continuados, ya que eran pedragueras por donde iban. Se veía que debían ser muy buenos conductores. Ya que por estos acantilados debían pasar la droga. Para ellos todo esto es su mundo y su vida para sacarse unos dineros a sueldos de los narcotraficantes. Que viven en palacetes de mármol y con todo tipo de comodidades. Además dar gracias que tenían trabajo para mantener a su familia e hijos. Expuestos a cada momento a ser cogidos y muertos por la policía.

   Muy dolorosa fue la noche del secuestro. Pero esta para mí fue infinitamente peor y más dolorosa. Me llamo la atención el llano de una torrentera de arena. Estaba húmeda y poblada de palmeras. La velocidad del coche hizo que el agua de algunos charcos saltará por todas partes. Se veían roderas de que habían pasado por aquí otros vehículos no hace mucho tiempo. Ver en el desierto palmeras y agua es como un sueño. Rápidamente termino este desfiladero y comenzaba otro ascenso. Toda la noche fue subir un monte y bajar otro en busca de nuestra guarida.

   Ya iba aceptando en mi interior la realidad de que nuestra estancia en tierras afganas iba a ser larga y que debía intentar sobrevivir. Acostumbrarme a su mundo y sacar lo positivo que toda esta experiencia me podía a portar si un día volvía a alcanzar la libertad.

      Todos íbamos muy desanimados y nadie pensaba ya en la rápida liberación anunciada. Algo había pasado, lo que estábamos viviendo no correspondía con lo que en la comida de días pasados nos habían anunciado el jefe. Que ya nunca lo volvimos a ver. La mayoría de los que trabajaron la primera parte del secuestro habían cobrado y se habían ido. Alguno manifestó el deseo de volver a Afganistán donde Vivian sus mujeres e hijos.

   Ya apunto de salir el sol pararon en un paraje con agua, unas casas y huertas sembradas. Donde no llegaba el agua era puro desierto. Era un oasis frondoso de aquella zona. Había como un lagar donde cargar cisternas de agua. Un gran deposito y de él colgaba como una gran manguera para cargar las cisternas. Estaba todo ello muy envejecido. Algunos de ellos se metieron en las viviendas y después de un corto espacio de tiempo volvieron con gente del oasis. Nos mandaron bajar del coche y nos metieron en una de las huertas. Pasaba por ella un gran caño de agua para regar. Junto al caño había unos plantones de pistachos y unas parras de uvas. Nos mandaron escondernos entre ellas y hacía un frió que pelaba. Como no podíamos andar ni correr no había manera de entrar en calor.

   Estuvimos solos durante bastante ratos. Llevamos un día sin comer nada y bebiendo poco. El agua del caño no parecía potable y lo más refrescar la mano y la caro un poco. Pero con el frió el agua para lavarse era poco apetecida. Yo me metí entre las parras y las plantes de pistachos para intentar dormir un poco. Dormido se olvida mejor el hambre y las exigencias de esta necesidad básica. Había unas hierbas con púas y no era fácil introducirse entre ellas para descansar. Procure con las manos organizar un poco el lugar para poder tumbarme. Lo necesitaba cada momento que pasaba más. Ahora lo importante era descansar recuperar fuerzas y luego ya veríamos.

   El frió de la mañana y el hambre marcaban este momento, después de una noche de demonios por aquellos acantilados. Estábamos a salvo y no nos habíamos despeñado y dando gracias a Dios por ello. Era tal nuestro cansancio y la sensación de vació de cómo terminaría todo aquello. Que no teníamos fuerzas para pensar en la noche pasada y lo que iba a ser ese día. Ni mucho menos como iba a transcurrir. Estábamos muy lejos por los kilómetros recorridos. Pero no sabíamos de donde estábamos lejos y mucho menos donde estábamos.

   Debajo de la planta de pistachos intentaba en vano relajarme y descansar. Yo no conocía esta planta hasta mi viaje a Irán. Uno de los días del circuito nos pararon en el desierto ante inmensas extensiones sembradas de ello. Para Irán después del petróleo es la mayor riqueza para exportar a todo el mundo. Tiene como unos racimos parecidos a las uvas de mesa grandes y parecido a unas nueces pequeñas. Tiene una primera capa que al madurar como la nuez deja salir al pistacho. Todavía no estaban bien maduros, aunque se podía comer muy bien. La segunda piel, que todos conocemos es dura y hay que abrirla con una piedra para liberar el fruto apetecido.

   Cogí unos cuantos de uno de los racimos y los metí en el bolsillo del pantalón. Pensé sembrarlos a mi llegada en España para ver si nacían y se daban en mi pueblo de la Alberca. De todos los que sembré no ha nacido ninguno y lo siento por la ilusión que tenía.

   Después de un largo rato de tiempo. Ya comenzaba a entrar el sol donde nos habían escondido y se agradecía para superar el frió. Llego un señor con una tetera y unos vasos. Nos los dejo que nosotros nos sirviéramos. El sacerdote cogió rápidamente su vaso y comenzó a servirse varias tazas de te sin ver que los demás no había empezado. Yo le indique que esperará un poco y se puso como un energúmeno. Después de esta reyerta nuestras relaciones se deterioraron mucho. Era de mucha comida y lo había comprobado comiendo junto a él. Nunca se daba por saciado, yo he llegado a pensar si estaba diabético.

   El era muy gordo y comiendo lo que comía no era raro. Si hubiera estado más delgado su salud sería mucho mejor. Lo peor del secuestro para él era no comer todo lo que deseaba. Nunca se daba por satisfecho en el comer. Adelgazo mucho y poco a poco sus dolencias aumentaban. Si dura una semana más el secuestro hubiera tenidos graves problemas. Yo creo que los problemas que luego he tenido sobre la salud los llevaba esto lo agravó. Era de carácter muy cerrado en sí mismo y este gesto agravaba más.

   Yo comprendo que en ese momento todos necesitábamos alimento. Que debía haber servido su taza y esperar a que todos hubiéramos bebido antes de beberse varias seguidas mientras los demás estábamos mirando algo que no entendíamos. Su enfado no lo he podido comprender y menos justificar. Tal vez todos en esos momentos nos traicionan nuestros instintos básicos. La vida solitaria de sacerdote que llevaba puede justificar un poco estas reacciones.

   Nos trajeron con el te, las tortas de pan y que rápidamente se ponen muy duras si no se comen. A veces como eran de varios días y las guardaban en una servilleta atada se hacían incomibles. Yo alguna mañana para acompañar el te y llenar un poco el estomago las mojaba en el té o en el agua. Ese día nos dieron algo de melón y pollo. Todo nos sabía a cielo con el hambre que teníamos.

   Ya entrada bien la mañana nos condujeron un poco más lejos por un camino llano y arenoso. Saliendo de las zonas de huerta donde se rebajaba la vegetación se terminó rápidamente. La arena era nuestra compañera. Ni un árbol en el horizonte donde poder pasar el día. El que nos diría nos indicaba, que no debíamos de ser visto por nadie. A medio kilómetro vimos como un puente cuadrado de cemento entre dos dunas. Tal vez abandonado o realizado para en el futuro pasar una carretera por allí o un camino ancho para pasar. Ese era nuestro destino para pasar el día. No se podía sonar con otra sombra a muchos kilómetros a la redonda.

   Debajo de este puente cuadrado la sobre hacia un triangulo. Que durante el día se fue cambiando y esa era nuestra única labor. El aire muy caliente nos llenaba de arena por todos los poros. Pero era lo menos malo y de paisaje a lo lejos el oasis que habíamos abandonado. Nos dejaron solos en se lugar a los secuestrados. Ese día no hubo vigilancia. Nos tumbamos y nos pusimos a dormir. No había mucho humor para hablar y menos de que hablar. Cada vez más inciertos sobre nuestro presente y futuro.

   Hacia el medio día, una persona con comida se acerba a nosotros. Nos dejo agua y carne con salsa, tortas y algo de fruta. Intentamos comer aquello y de nuevo a tumbarse en la poco sobra. Intentar salir de allí era inútil. La gente del oasis estaba a favor de ellos. Yo pensaba que pudiera ser la casa de alguno de los que nos vigilaban en los días siguientes.

   Al oscurecer aparecieron varios de los que nos custodiaban y nos pusieron en camino. Nos volvieron a entregar las mantas de cada uno y distribuyeron las demás cosas. Nos pusimos en camino hacia un monte bajo lleno de matorrales bajos. Conforme iba oscureciendo se veía con dificultad el camino. Pero despacio con una delante y otro detrás en fila india nos dirigíamos hacia un nuevo refugio. Pasamos por una zona de una torrentera que tenía como una fuente donde salía algo de agua. Hicieron con la mano un hoyo, que rápidamente se lleno de agua y con un baso comenzó a llenar los recipientes. Todos bebimos y nos refrescamos un poco. Había por allí cerca unas cabras comiendo. Continuamos subiendo hacia arriba. No era una zona muy escarpada todavía. Por fin comenzaban unas torrenteras y en una de ellas que esta seca nos pararon. Era como una pequeña cascada seca, que hacia como una curvatura y tenía arena con piedras. Esa iba a ser nuestra nueva morada por muchos días. Como nos habían dado de comer casi nunca nos daban algo para cenar.

   Yo procuraba coger terrones de azúcar y los metía en el bolso del pantalón. Antes de irme a dormir hacia mis necesidades y luego comía algún terrón de azúcar con agua y hasta la mañana siguiente. Intentamos quitar las piedras más grandes y allanar un poco donde uno iba a dormir. No era muy espacioso el lugar que nos habían marcado. Pero sí un poco más grande para entrar los cinco secuestrados que en la etapa anterior. La parte del fondo era bastante alta y de grandes rocas, los lados parecidos a los riachuelos secos de monte con piedras. La parte de abajo se abría y en el fondo un monte más alto que se bifurcaba en dos torrenteras. Ellos desde lo alto dominaban perfectamente nuestro lugar.

   Los vigilantes eran nuevos y desde el principio procuraron mantener la lejanía de los secuestrados. Nos cerraron con piedras la parte de abajo y nos permitían que estuviéramos mucho tiempo de pie y menos pasear. Me prohibieron pasear aun por el lugar marcado. Se acercaban a nosotros para darnos las comidas y poco más. Tampoco hacían muchas migas con el iraní.

   Como callando siempre se cogía lo mejor. Yo procuré evitar que se cogiera el mejor lugar para dormir como siempre hacia. Fue el lugar que mejor preparamos para estar en él. Como no valía hablar ya que no nos entendíamos, lo mejor eran los hechos consumados. Si te descuidabas un poco volvía a las andadas. Ahora convivía más con nosotros, ya que no le hacían caso. Fue cuando más tiempo paso con nosotros y por tanto fue creciendo un poco más de intimidad con él. Tenía cuatro hijos y estaba trabajando en el hotel donde nos secuestraron, que todavía no estaba terminado. Su oficio era carpintería mecánica. Hablaba mucho de sus hijos y los echaba mucho de menos. Fumaba mucho y nunca le negaron todas las cajetillas de rubio que deseo. Los secuestradores fumaban casi todo y rubio americano.

   Los primeros días los secuestrados estaban pasando por la nueva crisis de comprobar que el secuestro continuaba. Todos nos íbamos mentalizando para vivir en esta citación durante mucho tiempo. Los días que unos estaban muy animados otros se encontraban muy decaídos de animo. Yo intentaba acostumbrarme a un tipo de vida para ir soportando todo aquello del mejor modo posible.

   Al salir el sol como lo hacia muy pronto y de prisa como ocurre en el desierto intentaba lavarme la boca. El primer día apareció uno de nuestros secuestradores con detergente y pasta de diente. Hasta ahora nunca nos habíamos lavado la boca y mucho menos las manos y la cara. No había agua nada más que para beber y muy escasa. Ya estábamos acostumbrados a no lavarnos nunca. El intentar lavarse las manos después de una comían era algo impensable. Ya que el agua era un bien muy escaso y nos exponíamos no tenerla para beber. También nos pusieron una toalla para podernos secar y por primera vez unas cajas de pañuelos de papel.

   Cuando hacíamos nuestras necesidades mayores para limpiar nuestros anos había que hacerlo con una piedra. Las manos con grasa con arena fina y los utensilios que usamos para comer lo mismo y luego con un trapo. Cada antropología tiene sus costumbres. Los que venimos de la cultura del agua no valoramos mucho el malgastarla. Ello nacen y aprenden que es un bien escaso y muy apreciado, ya que donde hay agua existe y crece la vida. Su carencia se convierte en arena y tierra desértica.

   El té para ellos es lo principal y muy caliente. Los terrones de azúcar los pones entre los dientes y absorben el té. Ahora nos lo daban en abundancia, unas cuatro veces al día. El desayuno era un té con la torta de trigo. Que guardaban de una comida para otro atada en un hatillo. Yo la mojaba en el té con azúcar y así podía comerla. Tenía claro que con agua y esa torta de pan podía vivir perfectamente. La azúcar nos la daban con unos terrones duros muy grandes y con una piedra los iban rompiendo para consumirla en el té. Yo siempre cogía en abundancia para poder tomarla con agua para cuando no daban comida o tenía mucha necesidad.

   El lugar donde ahora nos escondían estaba muy cerca del oasis del que he hablado. Yo creo que todos sabíamos volver en caso de necesitarlo. La fuente de subida estaba a un cuarto de hora donde nos habían escondido. Siempre que se terminaba el agua bajaba a buscarla y tardaba una media hora. La comida nos la subían del oasis. Comenzaron a darnos tomates y cebollas, que eran muy pequeñitas. Un día subieron unos limones pequeñitos y nos dejaron una bolsa de ellos. Lo malo era que estaban medio podridos y tuvimos que tirarlos casi todos. Yo tomé alguno de ellos para albar mi estomago por su valor higiénico y nutritivo.

   El primer día uno de los secuestradores nos dejo un balde con unas hierbas con raíces y un poco secas. Con las porretas de la cebolla de la parte de arriba. Esta era la comida de algunos día. Yo intente comerlas, aunque me resultaban incomible. Supongo que eran algo de los que ellos comen y que produce las huertas del oasis. De todos modos nuestros estómagos necesitaban verduras y todo esto era bien venido para saciar nuestro hambre. Para beber alguno de los días nos dieron una botella pequeña de coca cola. Las botellas las cortábamos por la mitad y eran nuestros vasos donde tomábamos el té. Ya que los vasos de cristal se fueron rompiendo todos.

   Nuestra comida muchos días eran esos tomates pequeñísimos y el pan de torta unos días más blando que otros. Terminando como un té caliente y de nuevo te titabas a descansar o dormir. Las comidas nunca tenían un horario fijo. Dependían de los vigilantes y sus horarios. Cajas de dátiles comenzaron a subirnos bastantes. A mí me gustan mucho y con su valor calorífico estaba salvado. Los otros del grupo no les hacía mucha gracia y duraban mucho las cajas que subían.

   Yo creo que la comida que nos daban ahora era lo normal de aquella gente. Uno se pregunta de qué pueden vivir en esos sitios. Algunas mañanas aparecería un rebaño de cabras entre las peñas de las barranqueras buscando lo poco que había. Tenían poco que comer. Las que encontraban alguno de los limones podridos que habíamos tirado no querían marcharse. Los secuestradores con piedras querían alejarlas de nosotros para que el pastor no nos viera. Nosotros intentábamos hacernos ver por si era una buena persona y denunciaba nuestra presencia a la policía. Pero era nuestra inocencia y mente occidental, las que nos daba estos sueños utópicos y las ganas de nuestra futura liberación.

   Lo que es no tener comida y encontrar algo apetitoso. Las cabras a pesar de las piedras, seguían interesadas en encontrar algo para comer entre aquellas piedras. Yo unas cabras muy pequeñas y lanudas, que casi parecen ovejas churras. Les crece mucho el pelo y yo creo que es para evitar el sol del desierto.

   Entre las piedras de aquellas barranqueras por encima de donde nos habían colocado había unos cuatro árboles. Su especia no la conozco. Sudan como una sabia muy pegajosa y un poco olorosa. Nacen entre las piedras y cuando llueven cogen el agua que necesitan. Las pocas ramas que tenía era lo que disponíamos para asar la carne y hacer el te. Se subieron los secuestradores y como depredadores le rompían las ramas. Alrededor no había otra planta para poder hacer el fuego. Las cabras ya no llegaban a sus hojas y por eso podían seguir con vida. En el desierto en época de lluvia todo lo que brota se lo comen aquellas cabras. Es la única ganadería que vimos por aquellos desiertos.

   Después de levantarnos y tomar el té. La higiene era rápida por la falta de agua. Lavarse un poco la boca y lavarse un poco las pegajosas manos. Cada uno buscaba las sombra que nos ofrecía los dos árboles que estaban encima de nosotros. Colocábamos la manta y esperando que el sol volviera entrar para buscar otra nueva sobra donde terminar el día.

   Si veíamos que alguno de los vigilantes cogía leña había comida pronto. Los primeros días todavía quedaba carne del cabrito que habían matado en el otro lugar. El hígado lo ahumaron a la lumbre y a mí me supo a gloria. Las carnes predominantemente las asan y con la torta es la comida. Dos o lo más tres trocitos pequemos de carne era nuestra comida y terminaba con el té. Nos sabían a gloria y las repartimos fraternalmente a partes iguales por alguno del grupo. Comer todo lo que uno desea no era posible y menos pedir algo a nuestro gusto. O comías aquello o te quedabas sin comer hasta la próxima. Nadie manifestaba poco apetito cuando nos daban carne.

   Yo la mañana subía al tronco de uno de los árboles donde había hecho con piedras un asiento cómodo y me ponía a contemplar. Pensaba que esos últimos días del mes de agosto mis hermanos de hábito tenían que ir a Caleruega como era costumbre a hacer los ejercicios espirituales. Yo comencé a considerar mi secuestro como los mejores ejercicios espirituales ignacianos en el desierto. Nunca me habían predicado mejor los novísimos como las metralletas de los secuestradores. No necesitaba muchas reflexiones espirituales para comprender lo que era estar privado de libertad.

   Sólo comienzas a valorar un bien preciado cuando te falta. Nunca te acuerdas cuando eres libres lo feliz que nos hace usarla cuando la deseamos. Tal vez al tenerla muchas personas se neurotizan y son infelices por ella. Yo comencé a valorarla tanto que ahora la vivo cada día con una mayor intensidad. Que humillante es tener una necesidad básica y tener que ir a pedir permiso para poderla hacer. Además sin la suficiente intimidad como te la exige tu persona.

 

PERDER LA LIBERTAD O MORIR PARA QUE LOS NARCOTRAFICANTES QUE ESTAN EN LA CARCEL RECUPEREN SU LIBERTAD PARA SEGUIR HACIENDO DAÑO ES UN EXPERIENCIA MUY DOLOROSA Y TRAUMATICA.

 

   La falta de libertad es como un vació interior muy profundo. Como un túnel muy oscuro en el que miras hacia delante y no ves nada. Al no vislumbrar nada te da como miedo, como un dolor profundo cercano a la depresión. Como algo que deseas dominar y que se te escapa a tu persona. Ahora comprendo mucho mejor y soy más solidario con todas aquellas personas que son privadas contra su voluntad de ella por hombres que te dicen que lo hacen para lograr sus exigencias. Que demoníaco es lograr lo que tú buscas y a lo que crees que tienes derecho, haciendo mal a otros.

   Morir por algo grande casi es deseable. Pero darse cuenta que podíamos haber perdido nuestra vida por liberar a narcotraficantes de drogas. Esa droga que llena de dolor a muchas familias europeas. Pensar en muchos jóvenes adictos que van a morir por ella. Muchas veces pensé en la perdida de mi libertad por la liberación de narcotraficantes que tanto daño hacen. Que se enriquecen mediante el comercio y venta de drogas a jóvenes adictos. Que a su vez han perdido su libertad no porque se la quitaron por la fuerza como a notros sino porque un día la probaron y rápidamente se hicieron adictos y ahora aunque saben que les han perdido la libertad no pueden  ni tienen fuerzas para lograrlo. Que ven a sus padres llorar por ellos, que les roban y les pegan para quitarles el dinero para comprarla.

   Que van perdiendo su salud y experimentan la perdida pautalina de sus facultades y a pesar de todo ello no son libres para evitarla. Que prostituyen sus cuerpos y sus personas para poder obtener un dinero para comprarla. Que otros viven en palacios de mármol con todo tipo de comodidades y todo lo que desean con el dinero que ellos logran haciendo el mal que no desean de ser libres ante esta adicción.

   Una y otra vez en el silencio del desierto me preguntaba que podría hacer yo si un día recuperaba la libertad por la juventud española y europea no se drogue. Como sexólogo he ayudado mucho a formar los monitores del Proyecto Hombre. Proyecto que intenta sacarles de esa falta de libertad. Como podría yo explicarles el vació vital que produce no tener libertad. Esta experiencia poco a poco se como va desmoronando la persona. Que esfuerzo requiere vivir sin ella pero con la esperanza grande de que un día nos la van a devolver y voy a vivir cada día de mí vida con un nuevo espíritu. Espíritu que cada mañana se va a dirigir a nuestro Dios dándole gracias por ese nuevo día de vida en libertad. Es cada mañana ahora como una fiesta que uno desea y ve lo frágil de no vivirla. Que uno desea vivirla y que la malicia de algunos hombres, que solo valoran el Dios dinero no dudan en privarnos de ella para tenerla ellos para hacer el mal a otros.

   No encuentro hoy un modo de vida que ayude a que nuestros jóvenes no caigan en el mundo de la droga. Nuestro mundo esta creando tantos tipos de drogas para que la gente no viva y no guste del valioso don de la libertad humana. Es un tesoro tan preciado que merece la pena venderlo todo o dejarlo todo para comprarla. ¿Qué haría yo para que libremente sepan pasar ante la droga porque la vida es tan bella y bonita que no merece la pena drogarse para tener libertad y gozar de tanto bueno como nos ofrece la vida?

   Uno de los que nos custodiaba ahora estaba continuamente drogándose. Era muy joven, guapo y delgado. Muchas veces me toco estar junto a él y su metralleta siempre apuntado. Bastante veces me invito a participar de su droga. Por no hacerlo se reía de mí como de alguien que perdía una gran oportunidad de ser feliz. Las hierbas que tomaba continuamente las envolvía en un fino papel y las metía en la boca entre los dientes y los labios inferiores. Posteriormente las escupía después de un largo rato y se ponía eufórico y en trance. Tenía un rostro muy quemado por el sol del desierto y era un colaborar a sueldo de los narcotraficantes. Su vida su futuro siempre hipotecado y encima se le veía dispuesto a morir por este mundo en que estaba sumergido.

   Cada vez que leo en la prensa que los talibanes afganos van dominando a los pocos reductos de la resistencia me dan ganas de gritar a esta juventud europea que son ellos los que están pagando con la droga que consumen esa guerra. Guerra donde muchas mujeres van a ser de nuevo vendidas y sometidas a todo tipo de vejaciones. Este mismo secuestrador con una mímica muy clara me dijo varias veces. En nuestra tierra las mujeres las pegamos y dominamos y en las vuestras os dominan y pegan a los hombres.

   Desde mi fe como sexólogo y religioso no sabéis lo mal que llevo el que la Iglesia católica en la que vivo y quiero morir no dé los mismos derechos y deberes. Yo estoy ordenado sacerdote y llevo muy mal el ver como la Iglesia católica con su ceguera no ordena a las mujeres de sacerdote. Cuando oigo a esa Iglesia que no tiene sacerdotes para dirigir las comunidades religiosas de muchos de nuestro pueblo. Le pido a Dios que no nos dé más vocaciones de hombres al sacerdocio mientras no coloquemos en su puesto sacerdotal a muchas mujeres que desean desde su fe hacer este servicio al Reino de Dios.

   Que duro es saber que tienes pene y puedes ser sacerdote. Tienes vagina y no puede ser sacerdote. Pienso que el día en que ser sacerdote no sea un poder para el hombre religioso esto va a terminar. Pero el celibato masculino es uno de los poderes que debe ser más temido en la tierra. A veces pienso, que los poderes civiles comparados con el religioso romano son unos infantiles. Todo esto una y otra vez me trae a mi vida la frase de Jesús, que vuestro poder no sea como los de la tierra que dominan y explotan. El nuestro es de servicio. El que más sirve es el primero en mi Reino. Reino que aunque esta entre nosotros esta por crecer como lo hace la levadura, que fermenta toda la masa.

   Al escribir esto que constituía una de mis discusiones con el otro sacerdote. Sacerdote que definía su sacerdocio en bautizar, dar la comunión, casar y celebrar misas y funerales. Que otro tipo de evangelización no estaba preparado y no podría realizar. Anoche estuve al teatro en Madrid viendo “los monólogos de la vagina” de Eve Enster. Que mujer más valiente, clara, inteligente, lucida y defensora del ser personal de la mujer. Los mitos del mundo machista todavía convierten a la mujer en una vagina. Lo hacen de tantas formas los machistas religiosos y no religiosos. Que uno piensa que nunca vamos a lograr que las vagínas no sean algo que las mujeres tienen sino algo que las mujeres son.

   Dentro de los pensadores de la teología religiosa hace falta una revolución total. Yo le pondría de penitencia esta obra de teatro. La mayoría saldría de ella más integrista de loque fue. Pero alguno menos aprendería amarla, respetarla y defenderla de tanto depredadores machistas como dirigen las comunidades de nuestras parroquias. Vagínas del mundo católico uniros y hacer la gran revolución que esta todavía por hacer para que los creyente comprendan que es el órgano más limpio del cuerpo de la mujer. Que como dicen los médicos sin prescripción de ellos nunca debe lavarse si deseamos no ensuciarlo. Pero que sucio y lleno de pecados esta este lugar de nuestras madres y mujeres por olvidar con frecuencia los creyentes que lo que mancha al hombre no es lo que entra de fuera sino lo que ponemos desde nuestro interior en ello.

Una parte de la mañana la dedicaba a ir visualizando los capítulos del un libro que estoy escribiendo sobre la sexualidad célibe.

   Como no tenía donde escribir, dejaba a mi reflexión mental volar por donde quisiera centrada en un capitulo del libro. Recuerdo que una y otra mañana me dedique a visualizar dentro de mi mente el capitulo de la sexualidad heterosexual de la vida célibe. Lo llegue a visualizar y ver con tanta claridad, que lo único que deseaba era poder disponer de papel y bolígrafo para escribirlo ante de que se me fuera esa claridad del conceptos y contenidos sobre el tema:

Ø              La heterosexualidad del célibe es una capacidad a desarrollar y cultivar a lo largo de su vida.

Ø             La amistad heterosexualidad es fundamental para una persona equilibrada en su componente masculino y femenino.

Ø             La educación de la capacidad dentro del celibato esta marcada por el machismo.

Ø             La necesidad de que el célibe de hoy ofrezca un modelo de heterosexualidad igualitaria en el trato hombre mujer.

Ø             Las etapas del camino de esta heterosexualidad.

Ø             Nuestro concepto de sexualidad reducida a genitalidad ha sido causante en gran parte del desprecio al trato igualitario a la mujer en el celibato.

Ø             Una amistad de trato personal e igualitario es lo que el hombre de hoy pide de ejemplo el célibe. Ya que él no cree en ese trato célibe sin relaciones genitales.

Ø             La heterosexualidad y la homosexualidad hoy en nuestra cultura están en crisis. Ya que la concepción de la conducta heterosexual, define o pone en crisis la necesidad de la otra.

Ø             Etc...

   Uno de mis pensamientos era si lo que una mente centrada y descansada me recordaba ahora lo podría volver a recordar para escribirlo con esa claridad después de mí liberación. El tiempo ha ido pasando mi dedicación intensiva y casi exagerada a dar charlas me ha impedido tener tiempo para escribirlo y redactarlo. Lo que he escrito sobre el secuestro lo estoy haciendo al cumplirse el primer aniversario. Un año después de todo lo que me ocurrió.

   No debéis olvidar al leer esto, que nada más llegar me integre a los cursos de septiembre del profesorado. Les indique al comenzar las clases que les dedicaba 10 minutos para que hicieran preguntas sobre mi secuestro. Pero que luego durante el cursillo no iba a permitir preguntas sobre este tema. La prensa abandono la clase donde estábamos y comencé la clase. El primer día me costo bastante, pero cada día que pasaba volvía a ser el mismo de años anteriores. Los alumnos iban a ser mi mejor ayuda para aceptar las consecuencias del secuestro para mi persona y el sacar de todo ello lo más positivo para madurar y seguir caminando hacia ese logro.

   Otro rato de la mañana lo dedicaba a hablar de temas teológicos, religiosos, sacerdotales y pastorales con Joaquín. Nuestras perspectivas se colocaban en los dos extremos. No olvidemos que él era un sacerdote jubilado, aunque todavía en activo por las pocas vocaciones para suplir a los que mueren. A su modo intentaba actualizarse y no en ambientes abiertos sino dentro de su tendencia teológica. Además uno se va dando cuenta que lo te dan cada uno intenta acogerlo y asimilarlo desde las actitudes desde donde los recibes. Por ello es tan difícil cambiar y actualizarse a ciertas edades por no decir todas.

   Nuestros conceptos de parroquia, de pastoral y sobre todo de sexualidad eran para no entendernos. Eran tan contrapuestos que nuestras conversaciones terminaban siendo unas defensas de nuestras visiones.

   Era lo que nosotros llamamos una vocación mayor. Estudio teología en Salamanca en el seminario de vocaciones mayores, que hoy ya no funciona para ese tipo de cosas. Tenía un buen recuerdo de aquella etapa y de en general de sus formadores.

   Su padre un abogado colocado en uno de los bancos más fuertes de ese momento. Un cristiano muy tradicional y que se muere su madre dejando a los tres hermanos todavía muy pequeños. No había querido casarse en segundas nupcias para dedicarse a ellos. Eran dos varones y una mujer. Ella ha ingresado de monja en una congregación femenina y lleva la mayor parte de su vida por Hispanoamérica. Su padre no había visto muy bien su vocación y ella estaba muy desapegada de los derroteros que había seguido su familia. El había comenzado a estudiar derecho civil antes de sentirse llamado a la vocación sacerdotal. De su hermana reconocía haber tenido muy poco trato. Cuando después de cinco o tres años venía a pasar un tiempo vacacional a su patria se solía quedar en su convento y a pesar de ser sacerdote se veían una o dos veces para comer junto.

   No se veía entre ellos unas relaciones muy positivas. El con dificultad hablaba sobre temas familiares. El siempre acepto que su familia no lo iba a echar de menos por su secuestro. Que no tenía a nadie que esto le causara grandes traumas. El otro hermano era profesor en una universidad de Madrid. No se veían mucho y no se trataban entre ellos de forma familiar. Estaba casado con una salmantina y por los detalles que medio tenía un tío dominico. Me pareció que era sobrina del P. Espinel, aunque nunca he comentado esto con él. Ya que se encuentra mal de la cabeza por su propia enfermedad. Me dijo que ella era la más preocupada porque entre su hermano y ellos se apreciaran más como familia.

   No creía que para su hermano le fuera a plantear grandes problemas y preocupaciones. Yo siempre pensé que tenían todos ellos grandes problemas afectivos por la carencia de madre y la dureza que el padre tuvo en su educación para hacerlos personas. He oído a otros sacerdotes de él que era muy raro y de muy difícil convivencia. Después de conocerle en el viaje no es de los que yo volvería a viajar con él y mucho menos a países difíciles. Gracias a las otras personas del grupo con las que fui intimando tengo un recuerdo grato de lo que hicimos juntos de ese circuito. Nada más montar en el coche él se iba para zona de atrás del coche y se ponía a rezar su breviario. La visita a los monumentos era sacar sus fotos y sólo era como mejor estaba. A veces el grupo se preguntaba por donde andaba, iba un poco a su aire.

   El grupo conforme pasaban los días se iban desanimando más. El catalán cada día se deprimía más. Pensaba que ya tenía que estar integrado en su trabajo. Pensaba que la empresa donde trabaja, lo iban a echar. Era muy pesimista y con hilo de plástico que encontró y un metal que puso delante con su pulso intenta diagnosticar si estaba cerca o lejos el día de nuestra liberación.

   La cena casi nunca nos daban nada para comer. Cada uno según iba oscureciendo se acostaba en su manta. Yo dormía en general muy bien y de un tirón. Procuraba buscar un lugar para hacer mis necesidades y buscaba un lugar dentro del campo señalado por los secuestradores. Conforme pasaba el tiempo, los ultimos vigilantes eran más desagradables y con piedras nos cerraron por la parte de abajo la torrentera donde nos escondían. Además pusieron palos y ellos colocados un poco lejos en sitios estratégicos nos vigilaban. Eran menos afables que al principio nos cuidaban. Daba la impresión de que las negociaciones estaban rotas y se iban cansando de nosotros.

   Los días y las noches cada vez trascurrían más monótonos. Se abastecían en un oasis cercano. Las verduras que nos daban estaban muy pasadas y casi podridas. Tiramos muchos tomates y melones porque eran muy malos. El te y un poquito de azúcar era lo mejor para seguir viviendo. Las tortas de pan envueltas en una tela con el calor se endurecía y había que meterlo en el te para poderlo comer. Algún día nos dieron de bebida coca cola. Caliente y en unas botellas de plástico pequeñas. Que luego cortábamos para hacer de vasos para el te.

   Por fin una de las tardes al oscurecer nos mandaron recoger las cosas y ponernos en camino. El regreso fue por el mismo sitio donde habíamos subido. Después de media hora de camino pedregosa dimos con la fuente de subida. Donde cogía el agua de la última semana de secuestro. También era donde las cabras bebían. Era una regatera y casi no corría por la estación de verano. En invierno debía correr un poco más de agua. Era una zona un poco húmeda y cada uno hacia un hoyo y poco a poco se clarificaba y podíamos coger algo de agua. Joaquín le costaba bajar debido a las piedras. Iba el último del grupo y un secuestrador al lado para ayudarlo.

   Ya en el bajo, nos paramos y nos mandaron sentar un poco. En el horizonte se veían algunas luces. La esperanza de que nos liberaban comenzó a rondar por nuestras cabezas. Pensamos que buscaban la noche para no ser vistos. Después de cierto tiempo, nos indicaron continuar el camino, cada vez se veía un poco menos. El desierto oscurece y anochece de golpe.

   Al acércanos a las luces comenzamos a oír las motos de nuestros traslados. Montaron las cosas que llevábamos al hombre y continuamos caminando. Por fin en la noche cerrada nos acercaron a un coche con las luces apagadas. Nuevamente como sacos bien empaquetados continuó el regreso y ya no veíamos el final tan claro. Las motos iban delante y el coche a toda marcha detrás. Nos tiraron una manta por encima de las cabezas para no ver por donde éramos conducidos.

   Alguna vez levantaba un poco la manta para mirar. Pero ellos con la metralleta me daban en la cabeza indicando que me tapara. Una de esas veces vi a un grupo de personas con túnicas blancas y cantaros en la cabeza. Debía ser algún poblado y con la fresca iban I venían con agua. Me aprecio una escena muy bíblica. Poco a poco veíamos que entrábamos en alguna aldea o pueblo. Después de cierto rato se apararon en la entrada de una casa. Se les veía nerviosos y nos empujan con prisa para entrar dentro de ella.

   Ya dentro de ella, aparecieron los secuestradores que desde la primera semana no había vuelto a ver. Se veía que era alguna de lo jefes y por tanto alguna de las casas. La habitación era muy elegante y nos invitaron a sentarnos y podernos cómodos. Era al que había regalo el bolígrafo y siempre me había favorecido al distribuir las cargas para llevar. Además era al único que por las tardes mirando a la Meca había visto hacer sus oraciones.

   Se oían en las habitaciones de cercanos mujeres. Comenzaron a buscar ropa que ellos tenían y nos invitaron a lavarnos. No había duchas sino como una habitación con baldes de agua y con un cazo te la echabas por la cabeza para quitar el jabón. Después de quince día podías lavarnos un poco de tanta mugre como llevamos. Al salir duchado me ofrecieron una ropa propia de aquella zona. Con la chilaba y mi barba blanca parecía un Ayatolá. Después fueron invitando a los demás y cada uno intentaba buscar una chilaba que le fuera bien. Mi pantalón que era de fibra no planchable y poco claro se podía escribir en él. La ropa sucia la cogieron y la tiraron, yo sentí mucho desprenderme de mis pantalones y mi camisa por lo que significaba para mi. Eran unos pantalones que compré en rebajas del Corte Ingles hacía años y al no tener que plancharlos y no arrugarse para este tipo de viajes los llevaba siempre. Conocían varias países de años anteriores.

   Vestido con mí chilaba debía tener una facha que me hicieron desfilar ante los secuestradores, que no paraban de reírse. El piso de la habitación estaba alfombrado y junto a las paredes un diván de tela para tumbarse sentado. Eran como de un terciopelo negro. Tumbados todos y ya limpios comenzaron a darnos un buena cena. Los secuestradores estaban alegres. Por fin veíamos caras del comienzo del secuestro que con el paso del tiempo marcharon. Trajeron cordero en abundancia, pero mi estomago no estaba para cenar. Les pedía melón y sandia, que me trajeron bien fría. Era lo que mejor me entraba, ante los nervios del momento y lo incierto todo aquello. Ellos nos animaban a comer y beber con agrado.

   A ellos se los veía alegres como personas, que había logrado lo que buscaban. Nosotros con cara de incertidumbre por no entender nada del momento. Terminada la cena, nos pasaron a una habitación de al lado y nos invitaron a dormir. Yo me tumbe junto a la pared y veía como hacían lo mismo mis compañeros. Sacaron mantas para el que deseaba taparse y todos nos pusimos a dormir. Apagaron las luces y los vigilantes se pusieron a la salida con sus metralletas.

   Con el paso del tiempo, me di cuenta, de que había cogido una gran descomposición. Intentaba resistir para no molestar y como no sabía su idioma para pedirle permiso para ir a servicio. Ya no pude más y me levante para dirigirme al servicio. Había a la entrada de la casa como una terraza y en una de las esquinas tenía un servicio con una taza baja. Tope con uno de los vigilantes que estaba durmiendo con la metralleta en la mano. Intentaba llamarlo pero no despertaba para indicarle donde deseaba ir. Le di en el brazo y se cayo, pero seguí durmiendo con un sueño bien profundo.

   Por fin pase por encima y me diría al servicio, cuando vi que venía otro vigilante hacia mi. Le indique que iba al servicio y me indico el lugar. Esperando mí regreso nada más terminado. Me había hecho daño el melón y la sandía fría y me dolía el vientre. Yo tengo mucho miedo a las descomposiciones por ser propensas a ellas cuando cambio de aguas o lugares. Por fin saltado por encima de unos y otros me acosté en mi lugar. Estaríamos entre las dos habitaciones u nos doce personas. Todos dormían y por la mañana me enteré, que no era el único con ese problema. Intentaban por la mañana darnos algún medicamento, pero por falta de comprensión no era posible. Me dieron una pastilla y yo me la tome. No se para que era y como insistían lo hice. Fue la única vez que nos ofrecía medicamentos.

   La primera mañana que durante todo el secuestro pasábamos dentro una casa era esta. Como nunca teníamos prisa de levantarnos, cada uno se levantaba al servicio y se iban sentando sobre la pared de la habitación. Nos sirvieron un té con tortas de pan y luego cada uno se tumbaba a esperar en que terminaría ese día. Nuestro comentario a diferencia de otros días era optimista, esperando una pronta liberación. Pero con el paso de las horas nuestros sentimientos pasaban por muchos estados de ánimo. Oíamos en habitaciones cercanos mujeres, suponíamos que estábamos en casa de alguno de ellos y serían sus mujeres. Llamaron desde fuera de la vivienda y nos mandaron guardar absoluto silencio y tumbarnos en el suelo. Yo creo que tenían mucho miedo a la policía y el que podíamos estar controlados.

   En un momento llamaron como a la puerta y se veía que tenía miedo a ser descubiertos. Nos mandaban no movernos y guardar absoluto silencio. No debía ver muy seguro nuestro escondite. Después de un cierto tiempo decidieron llevarnos en el sótano de la casa. De ese modo nadie de los que se acercaban a la casa por algún motivo podía sospechar de nuestra presencia. El sótano era más fresco y de baldosa y para sentarnos pusimos debajo de nuevo nuestras mantas. No era muy ancho y nuestro paisaje de frente era una pared blanca. El paso del tiempo y el aburrimiento incierto de nuestro espera nos producía sueño.

   Después de esto y una vez que paso esta tensión nos mandaron seguirlo con nuestra manta. Eso tesoro durante todo el secuestro desde el día que nos las dieron para evitar el frió del desierto. Todo el día lo pasábamos tumbados o sentados sobre ella. Después de un rato de silencio en medio de una gran tensión y cuando vieron controlada la situación nos bajaron al sótano de la casa, donde ellos se sentían más seguros y evitaban ser vistos por los que por algún motivo venía a la casa.

   En el sótanos entrarían como tres coches. Era mucho más largo que ancho. Las paredes estaban cubiertas de cerámica blanca. Este iba a ser el lugar donde pasaríamos todo el día de espera con la incertidumbre de lo que podía pasar. La mirada que todos los días anteriores se fundía con el horizonte ilimitado del desierto ahora chocaba contra las paredes. Interrumpida por los vigilantes, que de vez en cuando nos mandaban callar por haber ruidos raros fuera de la casa. Me dio la impresión de que ellos se sabían vigilados y localizados por la policía.

   La monótona conversación entre todos los secuestrados era intentar encontrar alguna explicación a nuestra nueva situación. No nos explicábamos el trato y la buena cena de que habíamos sido objeto compartida con todos los que nos habían vigilado. A ellos se los veía alegres como de estar a punto de lograr lo que habían pedido a las autoridades. El sótano no tenía ningún tipo de ventanas y el exterior no lo podíamos ver. Se agradecía la frescura del lugar. Los vigilantes estaban muy relajados. Como ocurrió al final de la primera semana, que nos comunicaron que íbamos a ser liberados y luego no ocurrió.

   El día en un lugar tan pequeño y todo el día tumbados se hacía cansino y aburrido. De vez en cuando pasabas algo de este tiempo hablando e inventando conjeturas. Había momentos que sin querer te quedabas dormido y de ese modo la espera se hacía más corta. Pasabas algún rato meditando y pensando en Dios.

   Una de las cosas que te ocurre en momentos difíciles como estos para los creyentes es que pensamos más en Dios. La dificultad te acerca más a Dios y necesitas sentirlo más cerca de uno. Es la única fuerza en que confías del todo. El lo puede todo y le preguntas como ha permitido eso a los que le amamos.

   La virgen de Majadas fue donde siempre se centro mi oración de petición. La Alberca tiene por patrona a la virgen de la Asunción. Cerca de la Alberca sobre la cumbre más alta en el paisaje albercano se levanta el santuario a la virgen de la Peña cuyos guardianes son los frailes dominicos. El inicio del secuestro fue la tarde en que se lee el pregón de las fiestas albercanas. Diez minutos antes del secuestro yo había llamado a mi hermana Sunti, que lleva el nombre de la patrona de nuestro pueblo por nacer el año que declararon la Iglesia católica ese dogma.

   De todas esas vírgenes, la predilecta es la de Majadas. Es una virgen románica, que fue robada de la ermita por un francés y estuvo fuera aproximadamente dos años, hasta que fue devuelta. La descubrió un pastor llamado Froilan e indico que la virgen deseaba tener una ermita dedicada a su culto. El lugar era una de las muchas majadas donde la gente iba los fines de semana a ordeñar sus cabras. Los pastores que durante la semana corrían esos montes alimentándolas las conducía a estas majadas. Los albercanos en burros, caballos y andando con sus albarca y alpargatas de gomas cada domingo por la tarde se dirigían en busca de sus cantaras de leche para alimentar a sus hijos pequeños y sus enfermos.

   La ermita esta a media hora de camino del pueblo. Hoy día las personas retiradas se dan un paseo por las mañanas o por el atardecer del verano rezando un poco y visitando a su madre del cielo. Le cuentan sus problemas y necesidades pidiéndole su ayuda. Todos se sienten fortalecidos y amparados por la madre del cielo ante tantos problemas como las vida nos depara a todos. Es un recorrido entre los robles de la dehesa. El único incordio en día de verano son las pesadas moscas, que de modo machacón intentan introducirse por los ojos y otros orificios del cuerpo. El helecho o un ramo de escoba es necesario para hacer el camino hacia la ermita.

   Para salir del pueblo y coger la dirección de la ermita, hay que dirigirse a la carretera del cuartel de la guardia civil. Pasado el cuartel vienen unos huertos de castaños y prados. Cada vez se siembra menos y están un poco dejados y comienzan a llenarse de maleza. Luego se llega a la fuente castaño donde a morro beber un delicioso sorbo de agua, que hace más grato el camino. La arboleda que quita de continuo los ardores del sol y hace muy agradable el trayecto. Hoy toda la dehesa esta abandonada. Antes pactaban las cabras y bacas del pueblo. En los otoños se iba en carros y mulos a buscar hoja de roble para la cama de los ganados en las cuadras y fuera en la calle. Que con el paso de las personas y las caballerías se trasformaba en el estiércol ecológico para abonar nuestros sembrados de patatas, alubias...

   En un punto de la carretera la calzada se bifurca en dos direcciones: hacia Herguijuela de la Sierra y Mogarraz. No lejos de aquí se desvía un camino entre robles y escobas hacia la ermita y otro siguiendo la carretera de Mogarraz por donde suelen ir los coches. Es más agreste y bonito el sendero que no pueden seguir los coches sólo se puede hacer a pié. En primavera con la retama blanca y amarilla florida y mirando a la derecha hacia el Portillo de los buenos Aires, es maravillosa esta vista del trayecto.

   Un poco antes de llegar a la ermita y sin verse en el horizonte por los robles y los peñascos graníticos donde estuvo escondida y se encontró la imagen. Se levanta un montón de piedras de las salves que la gente reza antes de llegar a ver a la Virgen. Es tradición tirar al montón una piedra mientras rezas la salve. Como todos los alrededores están limpios de piedras, hay que ser precavidos y nada más cruzar la carretera y coger el sendero de la ermita, la primera que tropiezas con ella tomarla y llevarla en la mano para poder cumplir la bonita tradición.

   El montón acumulado por tan rica piedad mariana se culmina con una pobre cruz de palo, que recuerda lo que esta madre sufrió al morir su Hijo por salvarnos a todos en una esperanza de vida y resurrección. Ya cerca un brocal granito, te avisa del agua de un pozo y un arco de dos columnas rematado con un frontal de duro granítico te anima a levantar la tapa de hierro del brocal y mirar su oscuro fondo de un agua en paciente espera de ser sacada fuera.

   La fachada de la ermita esta a la vista a un tiro de piedra. Dos cerezos salvajes a cada lado como dos floreros de frondosas flores adorna la morada de nuestra madre del Cielo. La ermita te invita a silencio, rezar, a pensar, a reflexionar, a pedir, a dar gracias... La madre siempre te esta esperando en su casa, no se cansa de esperar y no te reprochar tu ausencia, pero siempre premia tu venida. Los trinos de los pájaros te invitan el romper tanto silencio y dirigir tu oración a la madre que con los brazos abiertos siempre te acoge y te dice, no me digas nada, sigue abrazo a mí. Que siempre te estoy esperando para que mi compañía nunca te falte. No te sientas nunca sólo, que tu madre camino contigo donde quieras que estés.

   Virgen de Majadas, tu como madre, conoces mis penas y alegría como ningún otro ha entrado en la intimidad de mí ser. Ahora comprendéis, porque en mis momentos más duros mi ser voló a esta ermita. En ella me esperaba la madre, la amiga, la compañera, la mejor amante de su hijo perdido, sin libertad, en manos de otros hijos tuyos que te ignoran y que para lograr sus fines hacen el daño de privar de libertad a un hermano suyo.

   Madre he procurado adornar bien tu casa y que las paredes de la ermita nos recuerden a todos tus hijos, tu vida y las de tu hijo. Los misterios de gozo, de dolor y los gloriosos se van desgranando sobre la blanca pared de tu casa. Al fondo desde tu trono se ve a Domingo tú fiel y amante hijo, que desde su tierno, cariñoso y compasivo corazón desgrano el primer rosario para enseñarnos tan bonita devoción mariana.

   Al lado izquierdo de tu trono sobre madera blanca Tu Hijo crucifica para haceros compañía. Es un Cristo coronado y majestuoso que nos tiene a todos como vasallos para amar a todos y hacer posible las gran utopía de un Reino de amor fraterno. Que a todos invita a realizar esa utopía, pero que todavía esta lejos. Para que todos los hombres de buena voluntad la puedan escuchar e intentar llevar a cabo, aunque nunca sea una realidad plena.

   Es un Cristo de cerámica de Breda. El pueblo de mi cuñado Juan, marido de la Petra, mi hermana mayor. Que como bella flor te la cogiste muy pronto para ti. Ya goza de tu presencia y se que pide mucho por mí ante tu trono. La realizó un ceramista, que en la construcción de esa idea de la fraternidad, colaboró en el Cotolengo de las Hurdes. Un día ya muy maduro encontró su amor y no comprendido por su familia salió adelante dedicado al arte de la cerámica. Su belleza interior, su rica vida y profunda vida espiritual están claras en esa religiosa imagen.

   Yo pensaba que no podía dejarla en la soledad de mi habitación. Que la necesitaba tu casa de madre. Que debe decorarse con piadosas imágenes, que nos recuerden a tu hijo y a los que muchos han amado a Dios. Para que recordemos que nos amas, aunque nosotros no te amemos y que por eso tu amor no tiene limites. Siempre que voy a Majadas y miro a tu hijo me recuerda la boda de Isabel en cuyo recuerdo su madre me regaló este crucifijo. Ellos no saben que yo a su vez, te lo he rejado a ti madre del cielo, para que todos los que te visiten también recuerden a tu Hijo. La madre sin el hijo induce a mucha soledad.

   La pila de agua bendita esta situada al lado donde reposan los restos del pastor, que tuvo la dicha de encontrar tu imagen e indicarnos, que la madre del cielo necesita la construcción de su hogar para acoger a todos. La conseguí en la plaza redonda de Valencia, donde tengo a dos mujeres muy piadosas, que me animaron a comprarla y me hicieron mucha rebaja, para que junto a los restos del pastorcito la madre recordará a todos los que entran y hacen la señal de la cruz, que una vida sin amor no tiene sentido para nadie.

   Tu trono preside el fondo de tu hogar, los restos de una columna de granito tu asiento, tres candelabros de cerámica, una delante y dos a los lados. Un ventanal de granito en centro del muro es donde nos esperas, nos recibes y despides al marcharnos de tu morada. Una vidriera de estrellas de cristal de roca iluminan tu imagen y que me recuerdan ese limpio cielo del desierto donde dormía en los días de mi secuestro. Su brillo intenso en la oscuridad de la noche era el horizonte más bello del desierto iraní. La luz del sol se introduce en tu hogar en una sinfonía de cristales de roca, que ayudan al espíritu a mirarte y contemplarte. Que bella es nuestra madre del Cielo.

   Madre he pasado un largo rato en tu silencioso hogar. Todo ese silencio me introduce en mi interior y todo mi interior se centra en ti. Que duro y largo se me hacia el silencia y el tiempo  en  el  desierto. Pero el silencio y el tiempo pasado en tu hogar de madre, sentado en un viejo banco de madera frente a tu tronos, es como un ayer que pasó. No tengo ganas de irme, se esta también en tu compañía y tu silencio. Todo te invita como a un  niño pequeño a seguir en tu regazo de madre y pedirte: que esto no termine, que nuestra vida sea estar en tus brazos de madre. Pero la vida estira de ti y te dice en lo más profundo de tu ser, que hay que volver a esa realidad de cada día. Que la vida no esta sólo para los niños, que siempre desearían ser niños y no separarse de la madre. Que hay que seguir madurando hasta la realización plena y final, donde ese abrazo de madre será nuestro sepulcro final.

   Cierro el portón de la ermita, me despido triste de la madre y con una fuerza y esperanzo nueva para regresar y seguir mí destina hasta el final. Hasta pronto, hasta las próximas vacaciones, hasta la próxima visita. Sentado sobre tu trono de piedra granítica con el niño sentado a tus regazos como me has tenido a mí, me das el adiós de la tarde que comienza a oscurecer entre los robles. Los pájaros has buscado sus agujeros nocturnos, algún búho comienza su cansino hablar y yo me alejo de tu hogar de Majadas.

   Conforme me alejo, vuelvo hacia atrás mi mirada. Tu hogar dos columnas de gratino que sostienen el portón de entrada. Las dos ventanas de los lados por donde te miran y saludad los que no traen las llaves de tu casa. La puerta de encima de la ventana derecha cerrada con un pulpito para los que predican la palabra evangélica de tu hijo. El portón coronado con un campanil que nos recuerda de vez en cuando que es tu fiesta y que hay que celebrarla. Las paredes de piedra que hacen la plaza donde los abercános corren sus baquillas el día de tu Santo y se divierten para luego volver a la monotonía de otro año de esperanza para volver a cantarte y celebrarte como reina y señora de nuestro entorno.

   Ya de vuelta comienzo a acercarme a mi pueblo, la Alberca donde nací y vi por primera vez donde iba a transcurrir mi niñez alegre y picaresca. Estoy orgullo de haber nacido en este pueblo con sus virtudes y defectos. Ambas cosas tenemos los albercanos y las dos nos definen. No entiendo las unas sin las otras, aunque el paso de tiempo nos implique en corregir los defectos, que no siempre los alejamos de nosotros. Conforme me acerco a sus calles me comienzan a saludar: buenas tardes Cosme, ¿a donde te diriges? ¿de donde vienes? ¿te has recuperado del susto? ¿esos días los albercanos celebran la Asunción y no deben de estar lejos de su madre? ¿Cómo has sido tan atrevido? ¿esos países no son de fiar? ¿en la vida la hay que saber olvidar? ¿nos has tenido muy preocupados? ¿temíamos los peor? ¿qué Días nos has hecho pasar? ¿ya sabes que nos albercanos te queremos muchos? ¿estas recuperado del todo? ¿no hemos pasado por tu caso por no molestar? ¿hemos rezado por ti? ...

   Los días pasados en el desierto se han hecho menos duros y pensamos gracias a visualizar lo que más amo y quiero. La vida todos las llevamos dentro y no viene mal de vez en cuando cerrar nuestros ojos, bajar la pantalla y comenzar a proyectarla de nuevo. Se vuelven a ver las cosas de nuevo y de manera tan intensa, que parecen ocurrir hoy. Además es la mejor manera de volver a vivir libres, cuando no gozas de la libertad exterior. Nadie te puede impedir ni con metralletas y pistolas sobre la cabeza esta libertad.

   Gracias a ello la privación del don de la  libertad `puede soportarse sin degradarse uno como persona. Las fuerzas que da para poder seguir sólo se conocen y siente en su justo valor en esos momentos. La fe no son unos simples rezos y devociones piadosas. Es una forma de vida y esa vida es la que hace posible vivir estos acontecimientos extremos de manera creyente. Mi fe fue fundamental para vivir ese cautiverio de 17 días con una gran dignidad y paz. Mi secuestro sin fe hubiera sido algo que no tendría sentido y el odio hacia mis secuestradores sería la consecuencia.

   No les tengo odio, siento un amor compasivo por ellos, no saben lo que hacen, su manera de vivir les expone a violencia que siembran. Algunos de ellos al escribir esto han muerte de forma violenta. Lo malo es que muchos es su forma de vivir porque la vida no les permite otra. No tener otra forma de ganar el pan de cada día es muy triste y nos recuerda lo injusta que es para algunos la vida para la que nacen.

   Hacia media mañana apareció uno de los organizadores y encargados del secuestro con alimentos. Ahora comenzábamos a comes como las personas de aquellos lugares. Fue el que le di el bolígrafo y las diez mil pesetas que llevaba en el monedero de recuerdo. Siempre me miro con ojos afectuoso y me favoreció en mi secuestro. Aun a los que te hacen mal se llega a amar y perdonar. No sentía por ello rencor, aunque vez en cuando un grito interior te preguntaba: ¿porqué tendrán que hacer mal a los demás para lograr su fines?

   Traía en la bandeja zumos, dátiles, alguna pasta de aquella región, queso muy rico, no podía faltar el té, que nos había salvado hasta entonces. El ambiente entre ellos y nosotros había cambiado mucho. Pero el futuro era para nosotros algo a descifrar y aclarar. Siempre que nuestro futuro no depende de nuestra libertad crea miedos, tensiones, nuestro interior no tiene paz. Comimos no mucho, nuestro estado psíquico no necesitaba alimento material sino otro tipo de alimento y ese no llegaba. Nuevamente en silencio sentado sobre nuestra mente esperando el sueño del aburrimiento. La habitación no daba para pasear y los secuestradores seguían con sus armamento a la entrada.

   El día se hacía largo como esos sueños trágicos donde uno esta acurrucado durmiendo hasta que despiertas de ese mal sueño y ves que no eran realidad. Pero nuestro despertar de este sueño, te indicaba que era real, que tenía que seguir sentado cambiando el culo, que no indicaba que postura poner para evitar su dolor. Ya se había probado todas las posturas y todas eran ya incomodas. Lo mejor era un sueño sin ganas esperando ver en el túnel de la falta de libertad si se comenzaba a ver su salida final.

   La salida del sótano estaba abierta y se veía luz y sol en el horizonte. Ese sol y calor insoportable que no te animaba a salir sino a seguir en aquel túnel oscuro de la falta de libertad. Teníamos agua en abundancia siempre que la solicitábamos y de vez en cuando alguno de los secuestrados se acercaba a los vigilantes para pedir el desahogo de las propias necesidades. Te acompañaban hasta la puerta del servicio y esperan tú salida como el perrito atado de nuestras grandes ciudades por su amor, esperando a que lo haga para estirar de nuevo de él.

   La comida fue la mejor desde que fuimos privados de libertad y uno de los jefes que no volvimos a ver desde el final de la primera semana pasaba mucho tiempo con nosotros. Procuraba darnos gustos en lo que comíamos. Nos ofrecieron abundantes zumos y la comida suya fue la nuestra. Dos vigilantes en todo momento cuidaban de la entrada del garaje. El garaje de la casa para entrar en él había que salir como a un pequeño jardín  y una puerta que se introducía hacia abajo en un lateral era. Para la entrada de la casa subimos algunos escalones.

  El día sin hacer nada y sentados contra la pared se hacían las horas interminables. De vez en cuando algunos de los secuestrados hablamos entre nosotros y la conversación siempre era como deseando saber o descubrir en que terminaría aquello. Después de la comida y cuando comenzaba a atardecer veíamos un cierto nerviosismos entre los secuestradores. Llego un  momento y mandaron salir al iraní y al italiano. Como no sabíamos para que era esta separación nos pusimos muy inquietos y nerviosos.

   Ya oscurecido nos mandaron salir a los restantes. Y al salir del sótano vimos una pequeña camioneta y las motas que siempre iban delate. Sospechamos que otra vez nos llevaban a otro lugar. Nos mandaron entrar en el coche de siempre y nos cubrieron con una mata el rostro para no ver por donde íbamos. Yo intente levantarla y ver por donde íbamos. Me parecía como las afueras de un pueblo y una ciudad. Si te veían con la culata de la ametralladora te daban en la cabeza para que dejaras de mirar. Pasamos por unas calles y en una de las casas que tenía como un gran patio a la entrada abrieron y entro el coche. Una vez dentro nos mandaron bajar y entrar en el gol de la entrada. Era de mármol y se veía que era una casa de una persona rica. Nos acomodaron en esa entrada y nos mandaron sentar y tiranos en las mantas nuevamente. Después de un cierto rato llegaron los otros dos y nos dijeron que habían hablado con la policía sobre nuestra liberación. Les habían preguntado como estábamos y si nos ocurría algo. Nos anunciaron que al día siguiente no iban a liberar. Que el gobierno iraní había liberado a los que pedían y que nada más llegar a Afganistán nos liberarían a nosotros. Nos trajeron la cena, pollo, zumos y una ensalada de unas verduras, que no conocíamos. Yo las comí y me sabía muy bien.

   Se veía que el interior era de una casa de gente con dinero. Al estilo de aquella región. El ambiente entre secuestrados y secuestradores era muy relajado y nos atendían ya muy bien en nuestras necesidades. Yo creo que nos dieron a comer de los mejor que ellos comen. El portón de entrada era más pequeño que el garaje y teníamos que estar mucho más juntos. El ambiente de que algo estaba cerca se notaba en todos. Se veían en el interior mujeres, las mujer o mujeres de uno de los jefes que nos había secuestrado. Traían las cosas uno de los vigilantes entraba a buscarlas.

   Como teníamos toda la noche por delante había que intentar dormir y esperar el final. Procuramos visitar el servicio con uno d helos vigilantes. Estaba en la parte de entrada de la casa. Nunca pasamos a dentro de la casa. Nos mandaban guardar silencio para que no se notara nuestra presencia por ningún motivo. En frente por encima de la cerca se veían casas. Eras casas con pequeños corrales a la entrada. Yo me puse a dormir para que la noche fuera un poco más corta. No se podía uno poner de pie largo rato, ya que te indicaban rápidamente, que te sentaras. Alguna vez más durante la noche me levante a orinar, mis problemas de próstata me lo exigía. Era un problema, ay que había que despertar a los vigilantes sumidos en profundo sueño. Por la mañana te levantabas e ibas al servicio para volver y tumbarse. Si te cansabas de estar tumbado sólo te quedaba la solución de sentarte contra la pared.

   Por fin cuando les parecía y nunca a la misma hora aparecía el desayuno. Un té y por primera vez algo de queso y las tortas de pan. La diferencia de otros días es que estaban recientes y se podían comer. Nuevamente a esperar tirados unos junto a otros y esperando el momento de la liberación. La comida del ultimo día fue la mejor y en un ambiente mucho más relajado. El jefe tomó algo con nosotros y fue la mejor comida de todas. Zumos abundante, carne de pollo, ensaladas de productos típicos de aquella zona. Me supo todo muy bien. La niña pequeña del jefe apareció y vino hacia su padre. Los niños como no tienen problemas con nadie se dejo coger por mi y le día un beso. Antes de comer una mujer adulta limpio el patio de entrada y lo hacía agachada. Las mujeres no puede hacer estas labores de pie. Es un desprestigio para los hombres. Ver esto se te encogía el corazón, su túnica larga, su velo y la cara cubierta.

   Yo pensé que dentro de unos años esa niña que había tenido entre los brazos y había jugueteado con ella le ocurría lo mismo. La mujer debe contar en la vida social de estas personas. Después de la comida y el té nos pusimos a dormir tumbados en nuestras mantas en lugar tan reducido. Los vigilantes se les veía muy relajados y a veces se metían dentro de la casa o salían al patio a hablar con alguien de la casa.

   Cuando comenzó a oscurecer se empezó a ver entre ellos prisas y movimiento. Entraron las motos y una camioneta pequeña en el patio. Nos mandaron levantar y que les siguiéramos. Me mandaron tumbarme como un saco en aquella camioneta y una vez todos arriba nos cubrieron con mantas para no ver. Nos indicaron que no debíamos mirar y estar siempre tumbados. Salieron a toda velocidad y no sabíamos que iba a ocurrir. Sería nuestra liberación o traslado a otro lugar. No parecía que esa fuera la manera de irnos a liberar.

   Después de ir un cierto tiempo se para en  un descampado la camioneta. Se veía como una carretera recta y a una cierta distancia había un coche. Yo me levante y senté en la camioneta y con modales poco finos me mandaron saltar al suelo. Como estaba un poco atrofiado de no andar durante tanto tiempo no podía saltar. Le indique que me ayudara, cosa que hicieron no con buenos modales.

   Ya en el suelo y con los ojos mirando hacia delante nos mandaron caminar sin  mirar atrás y montar en el coche que veíamos. Me puse a caminar y un señor bastante grueso abrió el coche y nos mandaba colocarnos dentro. Como el sacerdote era muy gordo y siempre al iraní, que era muy fino lo ponían siempre delante y notros cinco detrás estábamos siempre muy apretados. Le indique que pusieran al sacerdote delante y al iraní detrás con nosotros para no estar tan prietos. La acogida no parecía ser la liberación y todos pensábamos que era un nuevo traslado como los anteriores. El iraní nada más arrancar el coche intento decirnos que era nuestra liberación. Que era un policía el que nos acompañaba.

   Se puso tan alegre y con las manos hacia el gesto de que un avión y a nuestras casas. Las caras nos iban cambiando poco a poco, ya que no nos fiábamos nunca por lo ocurrido en otras ocasiones. Como el policía no sabía lenguas y el iraní tampoco lo interpretábamos como podíamos. Pero un a gran alegría comenzó a entra en el coche. Las caras de todos comenzaban  a cambiar y nuestros abrazos a liberarnos del miedo y tensión de tantos días de privación de libertad.

   El coche comenzó a entrar en una ciudad. Si estábamos liberados, se comenzaba a ver una circulación normal. En la primera comisaría entro y anuncio que estábamos liberados. Más coches de policía salieron con nosotros y nos dirigían al centro policial de la ciudad. Llegamos a lo que era la comisaría central y nos subieron a una gran habitación. Como no tenían nadie que supiera idiomas solo hablaban con el irania. Que era el que informo de todo lo que le preguntaron. Nos mandaron sentar y se les veía nerviosos y unos entraban y otros salían.

   Apareció uno con unos pequeños melocotones, que nos ofrecieron para comer, eran tan pequeños en nuestros mercados no se venden, si se comercializan. Me supuse que no tenían algo mejor que ofrecernos. Se les veía alegres de vernos liberados a todos. El iraní como nunca se había visto en otra se sentía muy importante. Iban llegando gente importante y nos parecía que eran los dirigentes de la ciudad. Habíamos sido liberados en Seedón. Llegaron con ropa nueva y nos indicaron que cada uno cogiera sus medidas. Llegaron los medios de comunicación, la televisión y nos iban sacando a todos. El iraní era el único que podía hablar su lengua. Después de saludarnos las autoridades nos condujeron con grandes medidas de seguridad a una base del ejército iraní. Además de los coches de policía unas tanquetas. Llegamos y nos mandaron entrar como no entendíamos nada, pero con la alegría de haber sido liberados, nuestro ser comenzaba a ser otro. Yo con la chilaba y mi barba blanca parecía un Joméini. El traje que me había dado los dirigentes de la ciudad era de color butano amarillento. Fue lo primero que me quite al llegar a la embajada española y disponer de mi ropa. La correa era de color de cuero claro y imitando una marca italiana. No dudábamos que nos estaban dando lo mejor que tenía para ayudarnos y congratularse con nosotros. Se les veía alegre y con ganas de obsequiarnos con sus mejore dones. Pero la pobreza de la ciudad y de la zona se veía que era grande.

   Nos dejaron en la base seguros. Estaba vigilada con tanques y se veían soldados por todas partes. Lo primero que nos dijeron es que uno fuera hablar con nuestro embajador por teléfono. Con España por el momento no era posible hablar y hasta llegar a la embajada española al día siguiente en Irán no pudimos. Yo hable con el sobrino del P. Gafo jesuita especialista en bioética. Se porque muy bien con toda mi familia. Ya que el embajador estaba de vacaciones cuando ocurrió nuestro secuestro y sólo llego un día ante de nuestra liberación. Todo fue tramitado y solucionado por el sobrino de Gafo. Es una persona que yo no olvidaré en toda mi vida por lo bien que se comporto y lo mucho que nos ayudo.

   Nos metieron en una habitación que pareció ser uno de los comedores de los jefes del ejército. Yo como me costaba mucho ponerme en cuclillas me doblaron mantas como de silla. Comenzaron a servir una cena y reina un ambiente entre todos de mucha alegría. Yo tenía pocas ganas de cenar y los alimentos no me entraban. Necesitaba más hacer mi higiene y lavarme para estar cómodo conmigo mismo. Quitaron la mesa y el comedor se trasformo en nuestro dormitorio. Yo deseaba quitarme la chilaba y me dieron una maquilla de afeitar y jabón para tal menester. Tarde con aquella maquinilla tan rudimentaria una hora en afeitarme la barba. El servicio era peor que los que conocía de nuestra posguerra. Me entregaron un pijama y me tumbe intentando dormir. Nos esperaba otra noche y al día siguiente nuestro traslado a Irán en avión como nos había indicado el embajador.

   Duchado, sin barba, con pijama, libre la noche era un sueño difícil de imaginar, después de todo lo sufrido. Pero para valorar las cosas es necesario pasar por perderlas. Que difícil es expresar con lenguaje el sentirse sin libertad y mucho más la alegría de volverla a tener. Habían sentido el final de mí vida de un momento a otro y ahora tenía que sentir de nuevo el horizonte de mi vida a vivir de nuevo decidiendo uno lo que necesitaba y quiere hacer. Se valora la vida mucho más y cada día das gracias del nuevo día. Ya que has sentido el desearlo y no depender de ti el poderlo vivir.

   Por la mañana desayunamos y nos permitieron conectar con España para hablar con nuestros familiares. Estuve hablando con mi herma Lucia, que estaba tremendamente emocionada por mi liberación. Me pude dar cuenta de lo mucho que habían sufrido. Posteriormente me enteré que su marido había dicho que había sufrido más que por la muerte de sus padres. Hablando un día con él, me dí cuenta, que estaba dispuesto a pagar por mi rescate lo que pidieran. Mucha gente no cree hoy en día que mi liberación no fue cuestión económica.

   Respecto al dinero por mi liberación puedo indicar el testimonio de un amigo mío de Santiago de Compostela, el Dr. Mayalde, que llamo a mi prior y indico que cuantos millones necesitaban para mi liberación y que contaran con él. Esto no se puede olvidar nunca, ya que son ocasiones donde se conocen los verdaderos amigos. Fue director del master de la tercera edad de la universidad de Santiago y he trabajado con él dando el campo de la sexualidad hasta que desapareció.

   Un día que fui a comprar unos materiales para una obra de la casa de la Alberca, el encargado del almacén nos pregunto los cientos de millones que habíamos pagado por mi liberación.  Cuando le dijimos que ninguno, no se lo creía de ningún modo. Yo al principio del secuestro hasta que fueron clarificándose las intenciones de los secuestradores, en las largas horas que pasábamos sentados y meditando en la soledad del desierto, pensaba lo caro que iba a salir a mi  familia y a la orden. Esto fue uno los peores sufrimientos del secuestro y tal vez más que morir. Nunca había pasado por mi mente el perjudicar económicamente a nadie, ni a la orden ni a la familia. Aquí uno toma conciencia muy clara de que nunca nuestras decisiones nos comprometen a nosotros solos. El simple hecho de tomar la decisión de visitar estas tierras, decisión tomada por mi solo, repercutió en mi familia y en mi orden. Esto les llevo a muchos religiosos, que no me apoyaron en nada para recuperarme y si hacer más duro mi regreso a la realidad de cada día oír lo que oí. Además fueron religiosos que ni siquiera  les vi un gesto de apoyo en mi prueba. Su pensar era que me lo merecía por irme donde no debía. Yo antes de marchar pregunte si era seguro y me dijeron que fuera con tranquilidad. Además mucha gente en España son objeto de la agresividad de ETA. Cuantas veces he pasado por la sede de Bilbao camino a la universidad de DEUSTO y nunca me ha pasado nada. Pero muchos en las playas del sur o e una de nuestras ciudades han perdido la vida. Vivir en el miedo, es vivir ya muertos, yo pienso seguir haciendo lo que crea en conciencia que debe hacer. Yo no soy dueño de mi vida ni de mi muerte y por ello debe de vivir tratando de realizarme plenamente tomando decisiones libres y responsables hasta que Dios quiera.

   Sí, siempre que tomamos una decisión no correcta, nos tiene que pasar algo, nadie viviría hoy en día. Pero debe dar gracias a mi familia y a la mayoría de los dominicos por su comprensión y acogida. Además nunca debemos olvidar que todo acontecimiento de vida ayuda a madurar y ser mejores. Yo solo he buscado después de mi liberación lo positivo que este acontecimiento tuvo para mi vida y para los demás. Para los que me quieren fue una ocasión única par manifestarme el amor que me tenía y que no lo habían hecho muchas veces por no tener una ocasión. Saber y comprobar el amor que te tienen no tiene precio por el bien que te hace.

   Yo mis palabras fueron que estuvieran tranquilos que estábamos libres y no había pasado nada. Ya podíamos hablar con los que amas y eso lo decides tú. Antes deseábamos y no podíamos. Sabíamos que sufrían por nosotros y no podíamos intercambiar ese sufrimiento.

   Hacia las 11 de la mañana llegaron de Teherán los representantes del gobiernos y nos reunieron para preguntarnos por todo. Eran personas encargas por el gobierno para ese tipo de asuntos. Por fin había personas que entendían los idiomas que hablábamos. Estuvieron mucho tiempo preguntándonos por todo y sobre todo por los secuestradores. Un fotógrafo del ejercito o encargado por el gobierno nos sacó muchas fotos y nos prometió mandar algunas, pero esa promesa no se ha hecho realidad todavía. En caso que las mandará cogió las señas del catalán y nunca hemos podido tener noticias suyas, ya que se negado ha hablar, después del secuestro con nosotros.

   Después de los interrogatorios por parte del personal que vino de Teherán nos llevaron a una habitación preparada para ello. Donde nos esperaban los encargados de la televisión, que nos iba hacer una programa para enviarlo a todo el mundo informativo. Nos pusieron un plato de papayas y no comimos ninguna. Pero la gente que nos rodeaba no dejo una, se veía la pobreza extrema de la región. De todos modos intentaron tratarnos los mejor que sabían y podían. Uno de los líderes religiosos que gobierna la región nos entrego un rosario de piedras de los que usan para sus oraciones. Al llegar a Madrid se lo regalé a mi cuñada y es el único recuerdo que tengo de esos momentos. En el programa sólo hablaba el iraní que había sido secuestrado con nosotros. Ya que era el único que entendía las preguntas y el idioma de ellos. Tampoco he vuelto ha saber nada de él y sus palabras eran muy pensadas, ya que al vivir en esas tierras no quería más problemas con sus secuestradores.

   La mañana se hacía larga y nosotros teníamos ganas de coger el avión hacia Teherán. Por fin hacia la una de la tarde con fuertes medidas de seguridad nos llevaron al aeropuerto para volar hacia nuestro nuevo destino. Nos acompañaban varios dirigentes religiosos de la región con sus barbas blancas. Hasta que los motores no estuvieron en marcha no nos introdujeron dentro. El viaje fue silencioso por no conocer sus idiomas. De todos modos a pesar de nuestros nervios y deseos de regresar los antes posible a España, el viaje lo hicimos tranquilos y con la alegría en nuestros rostros por saber que estábamos libres. Que grande es el valor de la libertad y cuanto deshumaniza el carecer de ella. El saber que nuestra vida esta en manos de gente que no te aman, no te respetan y que son integristas de sus causas.

   Por fin había llegado al aeropuerto de Teherán desde donde volaríamos a Roma y después a Madrid. Había muchas autoridades iraníes, los embajadores de nuestros países y los representantes de la prensa mundial. Todo eran abrazos y alegría por sentir de nuevo la libertad. Nos llenaron de ramos de flores y nos condujeron a la sala de prensa del aeropuerto de Teherán. La sala estaba llena del personal de las embajadas y sobre todo encargados de prensa mundial. El embajador de España e Italia dijeron algunas palabras y luego encargaron a los representantes de la agencia EFE por parte de España y para el italiano la de su país.

   Nuestro embajador se portó maravillosamente en todo y nos dijo que podíamos decir lo que creíamos. No fue así el italiano, que le indico mucho cuidado con lo que decía para no perjudicar las relaciones diplomáticas entre ambos países. Ya que Italia y Alemania tienen unas relaciones comerciales muy florecientes con Irán.

   Algo de lo que recuerdo de mis declaraciones era sobre la necesidad de que el turismo tuviera mucho cuidado. Que la seguridad no estaba clara en Irán y que se debía informar con claridad a los que deseaban visitar esas tierras. Después de nuestro secuestro esa zona quedo muy limitado para el turismo a otras personas. Después de una largo reunión donde nos bombardearon con todo tipo de preguntas, nos llevaron a la embajada de España.  Que esta situada en una de las zonas más bonitas de Teherán en un palacete de los años del Rey de Persia. El embajador estaba de vacaciones y había venido a nuestra liberación. Ya tenía experiencia de lo que había ocurrido el año anterior en Marruecos y habían muerto varias personas. Siempre pidió al gobierno iraní que la policía no disparará y pudiera causar muertes de unos y otros. Que se hiciera dialogando con ellos y ese modo se hizo.

   Nos dio en los jardines de la embajada una comida española, una buena paella y un buen vino francés. Estaba sólo, ya que sus hijos y mujer estaban todavía de vacaciones. Aunque la comida era muy buena mi estomago no estaba para ello. Además los medios de comunicación de toda España estaban llamando c continuamente buscando noticias. Me encargué yo de ello y continuamente al teléfono contestando todo lo que nos preguntaban. El embajador opinaba que la prensa había que tratarla bien, ya que había presionada mucho para que nuestra libertad fuera una realidad.

   En estos casos gracias al poder y la presión que la prensa tiene se logra que las autoridades y poderes muevan todas las fichas. La prensa bien usada en nuestros días es el poder más fuerte que existe. Mentaliza a toda la población y su presión crece y crece en el logro de los fines. Se que en casa  mi familia tenía que cerrarles las puertas para poder vivir en paz. Sin embargo son necesarios y gracias a ello no se olvidan de uno.

   Una de las personas de la embajada, que nunca olvidaré, es el sobrino del P. Gafo. Un navarrito que tenía un os de los puestos más importantes en la embajada. Todos los días del secuestro al no estar el embajador hablo con mis hermanas y el alcalde de mi pueblo. Que llamaba todos los días a la embajada para tener noticias. Le envite a mi pueblo y me prometió que iría pero las cosas se van olvidando y hoy no sé donde esta. El ha sido el que ha dejado de escribir. Yo le envié alguno de mis libros y quería mandarle el buen jamón de la Alberca. Pero al ser un país árabe me indico que no le hiciera. Pero gracias a una amiga, que trabaja en el Ministerio de Asuntos Exteriores yo deseaba enviárselo.

   Uno de los sirvientes del embajador se había trasladado al hotel donde fuimos secuestrados y se había hecho cargo de todas nuestras pertenencias. Nos mando comprobar si teníamos todas nuestras cosas y puedo decir, que no me faltaba nada. El dinero y todas mis cosas estaban como las había dejado antes del secuestro. A Joaquín le faltaba el cáliz, que usábamos para la misa de cada día y la maquina de afeitar. Pero todo lo demás lo tenía bien. Lo primero que hice fue cambiarme de ropa. Ya que el traje que me había dado me hacia un payaso. Volverme a ver vestido de mis ropas, me hizo tomar nuevamente conciencia de lo grande que es ser libre. El traje lo me ti en la maleta y lo traje para España. La correa es la que uso para el habito, ya que de cuero muy bueno y era realmente bonita.

   Me gustaría volverlo a ver y agradecerle todo lo que hizo por mi familia y por mi persona. Terminada la comida, me indicó, que debía de comenzar a hacer vida normal. Qué me hiciera de valor y que nos teníamos ir a la ciudad a hacer las compras que teníamos pensado al venir. Acompañados por él en un coche de la embajada nos llevó a ver su casa. Tenía piezas de arte de todos los países donde había realizado su labor diplomática. Anteriormente había estado en Israel, pero estaba mucho más contento en Teherán. Nos fue hablando de la realidad política de esa nación y la tarde fue de lo más agradable. Nunca olvidaré lo bien que lo pasamos viendo casas y comprando lo que deseé. Me indico que compensaba comprar las cosas en los anticuarios. Ya que debido a la guerra y la salida de Sá todo estaba a precio de saldo. Compré un plato bronce con una crucifixión bizantina, que me extrañó mucho encontrarla en un país árabe. Se la regalé a la comunidad de a

Atocha en agradecimiento de todo lo que había hecho por mí y la pusieron en la recreación donde estaba el cuadro del Papa. Verdaderamente es una de las piezas más bonitas que siempre que me siento con los hermanos me recuerda el secuestro y con gozo por todo ello. A mis hermanas les compré un tapiz de seda de la escuela Quoon con los petas iraníes. Más de media hora estuvimos discutiendo con el vendedor y por lo logré gracias a las presiones de Gafo. Además compré algunas miniaturas, que son muy famosas en esas regiones. La tengo enmarcada en la sala donde duermo en la Alberca y con un marco árabe que compré en mi visita a Marruecos. Si de algo me pesa es no haber comprado algo más, ya que estaba todo a precio de saldo y hoy son cosas no asequibles.

   Los encargados de la agencia de viajes nos acompañaron, aunque el guía nunca había sido de mi devoción. No hablaba español como nos había prometido la agencia en el contrato. Fue unas de las causas por las que tuve que denunciar a la agencia al llegar a España. Después de una tarde de libertad, aunque todavía un poco nerviosos, la recodaré siempre.

   A nuestro regreso a la embajada para cenar, el embajador nos indico que el avión no salía hasta las dos de la mañana con destino a Roma.

   La cena fue en el jardín de la embajada, con una iluminación espléndida y un olor a flores que hacia olvidar todo lo malo del secuestro. Yo no tenía ganas de comer y mi estomago no me admitía nada. Como no paraban de llamar las agencias españolas, me puse al teléfono y procuré contestar a todo. Mientras tanto el medico de la embajada estuvo mirando al sacerdote, que no se encontraba muy bien. Le indico que nada más llegar a Madrid fuera a los médicos. Que su corazón no lo encontraba muy bien y le podía pasar algo, como posteriormente le ocurrió.

   Terminada la cena, el embajador nos dio la oportunidad de irnos a dormir a un hotel de cinco estrellas, o dormir en las habitaciones de la embajada. Los tres españoles decidimos no salir de la embajada. Que estaba custodiada con tanques y policía iraní. El embajador se encargo de llamarnos a la hora de ir al aeropuerto y yo no pude dormir nada. Estuve dando vueltas todo el tiempo. Lo único que deseaba mi cuerpo y mi persona era llegar a nuestra patria y estar con los nuestros.

   Al llegar al aeropuerto nuestro deseo apremiante era la llegada del momento de la salida. Pero había problemas a la hora de darnos plaza y tuvimos que llamar de nuevo a Gafo, que fue el que hizo posible nuestra salida. Nuestros corazones se llenaron de inmensa alegría a ponerse en marcha en dirección a Roma, donde nos esperaba el encargado de Iberia para Europa. En el avión nos encontramos con el Italiano sentado con su embajador. Nos contó, que el embajador le había prohibido hacer ciertas declaraciones. Que la prensa de Italia lo había hecho un drogadicto, que había venido a comprar droga. Estaba muy triste y no quería encontrar en Roma con la prensa. Que saldría por una puerta falsa con el embajador para dirigirse a Bolonia donde lo esperaba su familia y su novia.

   El encargado de Iberia nos recibió con gran cariño y nos acompaño hasta que nos metió en el avión con destino a Madrid. Nos dijo que en el vuelo nos encontraríamos con los encargados del programa “Informe Semanal”, que deseaban hacer algo de esto. Pero luego no fue así, no dimos con ellos o se fueron con el catalán. Que hizo vuelo directo a Barcelona y salí casi nada más llegar. Nosotros tuvimos que esperar bastante tiempo hasta que salió nuestro vuelo. Mientras tanto nos llevo al restaurante privado del aeropuerto y nos indico que podíamos comer todo lo que deseáramos. Yo tome algunos pastelitos, pero mi compañero, el otro sacerdote no dejo de comer. Era de un apetito insaciable como lo había demostrado durante el viaje. Yo creo, que lo peor, que llevó del secuestro fue el no comer.

   La espera se hacía larga por todas las circunstancias y los deseos de ver a los tuyos. Por fin salió el avión rumbo a Barajas y pudimos pisar tierra. Nos metieron en preferente y nada más sentarnos nos comenzaron a dar la prensa. Como veíamos fotografías de nuestra liberación en todos les pedimos un ejemplar de cada uno de ellos. Toda gente nos conoció y se congratulaban con nosotros. Uno de los azafatos había estudiado en nuestro colegio de atocha y me reconoció de mis clases de sexualidad. Todos fueron por parte de el detalles muy cariñosos y se sentía muy feliz y alegre por mi liberación. La comida que nos sirvieron era espléndida, mi compañero de secuestro no paró de comer. Yo no tenía ganas de nada y tal tome un poco del postres.

   Por fin llegamos a Barajas y nos estaban esperando un mogollón de personas. Nuestro P. Provincial, el Prior de la casa y el P. Ismael, además del representando del Obispado de Madrid. Nos llevaron a la sala de prensa del aeropuerto y vi toda mi gente. La alegría se hizo lágrimas y los abrazos eran continuos. Todos mis grandes amigos y amigas estaba allí. Ya que en esos momentos es cuando se nota la amistad. Nos sentaron para que la prensa nos pudiera entrevistar. Los fiases de las fotos eran constantes y por fin pudimos hablar y contar nuestra odisea a la prensa.

   Los titulares de la prensa del día siguiente indican todo lo que se hablo. Los aplausos y la alegría de los que te amaban mostraban lo que había sufrido por nuestro secuestros.

 

 

 

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     .   Mis queridos amigos:

 

   Hace tiempo que deseaba contestar vuestras cartas de ánimo y alegría ante el hecho de mi secuestro y liberación. Mi llegada ha coincidido con compromisos laborales y, a pesar de mi cansancio psicológico, estaba obligado a comenzar, por múltiples razones, esas obligaciones laborales. Inmerso en mi trabajo, podía controlar mejor mentalmente esta dura experiencia, aunque los médicos me indicaban el descanso como algo necesario. Poco a poco, fuí  integrando esta experiencia en mi vida como un capítulo más, con sus consecuencias positivas y negativas.  Ya forma parte de ella y he tenido que aprender a vivirla como algo que me ayude  a crecer y a realizarme como persona. Además, hecha vida propia, puede también beneficiar a todos los que me quieren y con los que realizo mi labor pastoral.

   A través de estas letras, quiero agradecer desde lo más profundo de mi ser vuestros gestos de cariño y  solidaridad,  vuestro recuerdo constante, vuestra oración y  apoyo en esos días duros de mi secuestro.  He sentido esa fuerza positiva de vuestro amor, cariño y apoyo en las travesías por el desierto, y las mismas han hecho posible que mi vida no se degradara sino que sacase fuerzas para vivir con más ganas y seguro en la esperanza de que todo eso iba a pasar, porque Dios me necesitaba para seguir haciendo su obra a través de mí . Y si  Él quería necesitarme para ayudar a liberar a muchas personas en el campo en que trabajo,  pondría los medios, de tal manera que esos días fueron para mí un tiempo oportuno para purificarme, moldearme y convertirme en sus manos en una persona más humilde, confiada y generosa. Él me dio la vida, me la conserva y me la defiende ante los peligros y la gente que no sabe respetar los derechos de los demás por sus intereses egoístas.

   Yo también me he dirigido a Dios con mi pobre oración para que os agradezca a cada uno de vosotros tanto apoyo, cariño y amor manifestado hacia mi persona. Sin ese apoyo, yo solo no hubiera podido vivir con dignidad humana y cristiana esta gran prueba por la que tuve que pasar, sacando toda la riqueza que Dios había puesto en ella, para que pudiera crecer y purificar mi persona para mayor bien de ella.

   Me gustaría haber tenido tiempo del mundo para ir contestado, una por una, todas vuestras cartas, con la singularidad y cariño que requieren. Pero al no ser posible, quiero que estas letras os den las gracias. Ya sabéis que tenéis un amigo a vuestra disposición para todo lo que necesitéis.

   Un fuerte abrazo y el más cariñoso agradecimiento por vuestro apoyo y alegría por mi liberación.

                                                                                                 

                                                                                                                  Cosme Puerto Pascual